Retablo en honor a Santa Ana

La virginidad y la castidad femeninas son los mandatos en los que se sustenta el orden patriarcal occidental. Estas regulaciones tienen consecuencias sobre la subjetividad y los cuerpos de las mujeres.

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A lo largo de la historia, la finalidad que tienen las uniones matrimoniales es la perpetuación del apellido, por tanto, el de la descendencia. En ese contexto, la imposibilidad de tener hijas/os, que es el nudo problemático de esta representación, es vivido de manera trágica o como un castigo divino. Esta incapacidad generalmente es responsabilidad femenina, dado que no se sospecha de la potencia del esperma, sino de que el vientre femenino no puede albergarlo, contenerlo, vitalizarlo. Además, las mujeres deben llegar al matrimonio puras, es decir, vírgenes, sin haber tenido ninguna práctica sexual. Esta regla, la de la virginidad, conforma un régimen de control y de regulación de las conductas femeninas a lo largo del tiempo. Esto trae consecuencias para la psiquis y el cuerpo de las mujeres ya que la vida de éstas peligra en circunstancias de embarazos bajo soltería o en otras situaciones en las que se sospeche del incumplimiento de dicha norma. La historia no contempla familias monoparentales de mujeres, aunque sí sabemos que existen clanes dirigidos sólo por mujeres. Esto es así ya que los hombres se van a la guerra, algunos de ellos no regresan, y la cooperación femenina es una constante, existiendo numerosos casos de familias conducidas por dos damas.

Maestro de Sinovas
Retablo en Honor a Santa Ana
Burgos, 1503
Temple sobre madera, marco de madera tallada y dorada, 339 x 253 cm

En la actualidad, nuestras sociedades han cuestionado estas concepciones de la sexualidad y del orden familiar, sin embargo, el Retablo en honor a Santa Ana nos habla de un tiempo en que las conductas de varones y mujeres están reguladas por imperativos divinos. La virgen María se establece como símbolo de la conducta correcta femenina, representa a la buena mujer. Su contrapunto es Eva que, como pecadora, reúne todo aquello que se repudia de lo femenino. La castidad se concibe como fidelidad al marido, siendo que las más de las veces, hasta tiempos muy recientes, las mujeres no pueden elegir a un compañero.

Con el correr del tiempo, una vez que el sistema laico se impone durante el siglo XIX, las normas de comportamiento para cada sexo son revisadas, al igual que la forma en que pueden estar compuestas las familias, abriendo a un amplio juego de posibilidades. Quizás este momento que habitamos, sea el que ha llevado a sus consecuencias extremas los ideales de la revolución francesa: libertad, igualdad y fraternidad –sororidad en femenino–, más allá del credo que profesemos. El arte es una herramienta que nos ayuda a convivir en un mundo diverso y complejo.


Fragmentos de la película Yo, la peor de todas (1990). Dir. María Luisa Bemberg
Lita Stantic Producciones S.A. y Mojame S.A.
Edición de video Museo Larreta
www.marialuisabemberg.com