Colección Perlotti

En la colección que lleva su nombre se destacan los retratos de personalidades de la bohemia cultural porteña de la época que solían reunirse en el Café Tortoni para compartir ideas relacionadas con las nuevas corrientes difundidas por entonces.

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En la producción escultórica de Perlotti, también sobresalen los retratos de las personalidades centrales del quehacer cultural porteño de su época; es su modo de rendirles homenaje por la labor desarrollada para renovar las artes y las ciencias. Estas figuras representativas del teatro, la literatura, la plástica, la historia y la música conformaron la bohemia que asiduamente se reunía en el Café Tortoni para compartir ideas, inquietudes y teorías relacionadas con las nuevas corrientes difundidas por entonces.

En bustos y relieves plasmó las imágenes de aquellos hombres y mujeres que afianzaron la cultura argentina en el período comprendido entre 1920 y 1940, quienes fueron los verdaderos artífices en el renacimiento de las ideas que apuntaban a recuperar la identidad perdida a raíz del cosmopolitismo que deslumbró a la élite.

De todas estas figuras paradigmáticas que retrató se destacan la de aquellos investigadores del pasado nacional como Paul Groussac y Ricardo Levenne; los de la literatura como Ricardo Rojas, teórico del indigenismo y de la identidad americana y Arturo Capdevila, que en sus narraciones puso el acento en el terruño natal. Asimismo, para representar la poesía eligió a personajes que imprimieron su sello personal en ella, como Arturo Marasso, Ataliva Herrera y la tríada femenina que descolló en la lírica sudamericana: Juana de Ibarburou, Gabriela Mistral y Alfonsina Storni.

Para brindar un amplio panorama de esta efervescencia cultural que vivía la ciudad no omitió a un conjunto de personalidades que señalaron los rumbos del teatro nacional: el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez y los actores Florencio Parravicini y Enrique Muiño. Los músicos también formaron parte del repertorio escultórico de este autor: Juan de Dios Filiberto, sinónimo del tango-canción de la década del ’20, Gilardo Gilardi, en su doble actividad de músico y maestro, por el aporte personal en el desarrollo de la composición e interpretación musical; el compositor brasileño Heitor Villalobos, quien renovó en su país la música clásica con la inclusión de motivos extraídos del folklore y la música popular.

También se ocupó de legar los retratos de los representantes de las artes plásticas, ligados a la corriente que cultivaba los temas y motivos relacionados con personajes y tradiciones argentinas. Es el caso de Benito Quinquela Martín, cuyo nombre está indisolublemente ligado al barrio de la Boca; también en su galería figura Léonie Matthis, pintora de origen francés, que en sus acuarelas recreó con precisión arqueológica escenas del pasado argentino. Con el español Francisco Cabestany y Piñol y su Autorretrato rindió homenaje a la escultura.

Como es habitual en su obra, Perlotti aplicó varias técnicas que se adaptaron correctamente a los materiales elegidos. Algunos retratos fueron trabajados en maderas duras, como el quebracho, donde las diversas texturas se acomodaron al claroscuro que refuerza la expresión; en otras imágenes, el mármol resultó la materia apropiada para expresar con ductilidad los contrastes de luces y sombras en la superficie pulida o bien áspera e irregular, a consecuencia de las huellas del cincel.

En los bustos de bronce, las pátinas y las texturas que logró con el moldeado del metal, también incidieron de manera feliz en el claroscuro. Otras obras de este género fueron trabajadas en piedra, piedra reconstituida y yeso, todas ellas con la misma soltura y dominio del oficio que las señaladas precedentemente. Esta cualidad de adaptación a los materiales así como la capacidad para resolver los problemas técnicos, relacionados con la figura de bulto o el relieve, fueron las cualidades que distinguieron al escultor.

En todos sus retratos el artista puso en los semblantes de sus modelos el carácter individual que los distinguía, los estados anímicos por los que atravesaban o la meditación que requería su labor intelectual. Este planteo estético lo conecta con las corrientes realistas y psicológicas que se difundían por entonces.

Monumentos

La obra monumental de Luis Perlotti aborda diferentes tipologías: conmemorativos; funerarios; alegóricos, etc. Por su experiencia en la materia fue requerido en diversas oportunidades por particulares, colectividades, autoridades provinciales y nacionales y gobiernos extranjeros.

En el museo se pueden encontrar bocetos, estudios y copias de algunos de los más importantes monumentos realizados por él. Algunos ellos son: El Monumento Retorno a la Patria, emplazado en Tunuyán, Mendoza, inaugurado el 31 de diciembre de 1950. También debe mencionarse aquél emplazado en el Parque Los Andes, del barrio de Chacarita, que simboliza y rinde tributo a los pueblos autóctonos, Calchaquíes, Tehuelches y Onas, síntesis de los antiguos habitantes del país.

Otro monumento del cual el museo conserva varios bocetos y replicas en pequeña y gran escala es el Monumento a los Galeses, inaugurado en Puerto Madryn el 31 de diciembre de 1965, para conmemorar el centenario de la llegada al país de dicha comunidad.

Artes decorativas

Las piezas de arte decorativo, que mayoritariamente, posee el museo, reproducen los motivos indígenas y criollos que el autor profundizo. Jarrones de cerámica policromada, maceteros, faroles, vajillas, vasijas, etc. Muchas de las cuales realizó en conjunto con el ceramista Valentín Cavalieri. Otras piezas interesantes son las artesanías adquiridas durante las primeras décadas del siglo XX, en sus sucesivos viajes a Bolivia, Perú y otros países de América Latina.


Perlotti, "El Escultor de Eurindia"

Un recorrido por Sudamérica a través
de su retratos

*El recorrido americano del escultor deja plasmado a través
de esta exposición, su devoción por retratar las culturas originarias.
Esto lo inspiró a realizar múltiples viajes expedicionarios por la
América profunda, en el afán de ser riguroso en su documentación
y posteriormente en su creación artística. Estos viajes le permitirán
a lo largo del tiempo, volcar en sus producciones artísticas la esencia
de estas culturas y valerse del reconocimiento por esa estética que lo
destacó entre sus colegas contemporáneos, y que Ricardo Rojas
lo nombrara: "El escultor de Eurindia".

1. El indigenismo y sus propuestas
El periodo comprendido entre 1915 y 1930 vio nacer un conjunto de propuestas
ideológicas que reivindicaban las culturas americanas con especial énfasis en el mestizaje.
Los pensadores latinoamericanos buscaban reivindicar las culturas autóctonas del
continente americano. Intentaban neutralizar las ideas difundidas desde los principales
centros europeos, especialmente París.
El pasado indígena e hispanoamericano, representado fundamentalmente por el mestizo,
constituía las bases primordiales de nuestro continente. Eran los cimientos que otorgaban
la identidad de nuestros pueblos.

2. Ritos y leyendas
Un lugar importante en la obra del escultor lo ocupan el mundo de las creencias y
las narraciones que conformaron el imaginario de los pueblos originarios.
Para ilustrar la importancia de estas ceremonias, el escultor Luis Perlotti
eligió algunos rituales de los pueblos de la región andina y
otros protagonizados por los habitantes de la selva.
Del mundo guaraní eligió la leyenda de la Flor del Irupé que ilustra el sacrificio
de una doncella transformada tras su muerte en la “Victoria Regia” que nace en la
selva subtropical. Otra de las poéticas narraciones refiere al origen de las Cataratas
del Iguazú y el salto Garganta del Diablo.

La danza de la flecha se celebraba en las proximidades de Cuzco para honrar al Sol;
durante el rito una doncella se sacrificaba clavándose ella misma una flecha en el pecho.
Esta ceremonia continuó realizándose después de la conquista.

La danza del cóndor fue otro de los rituales incaicos en el que los guerreros participantes imitaban
el vuelo de los cóndores al son de la música ejecutada con instrumentos autóctonos.

3. Los antiguos señores de la tierra
Luis Perlotti ha creado un conjunto de retratos que ilustran a los
pueblos originarios de América. La mayoría de ellos están trabajados en
maderas autóctonas, como un modo de afirmar el localismo.
En estos retratos genéricos supo el autor captar los rasgos físicos
que caracterizan a cada pueblo, con las peculiaridades étnicas que los
identifican; en ellos trasciende el realismo meramente aparencial para ofrecer
una faceta personal, es decir que va más allá del individualismo en un intento
de superar lo particular para convertirlo en un arquetipo.
Son tallas y esculturas que presentan a los diferentes aborígenes:
el Xavante, habitante originario de la selva sur-amazónica;
el Quechua, habitante de las altas sierras boliviano-peruanas;
el Quilmes, nativo de los Valles Calchaquíes que fuera trasladado
por los españoles a la provincia de Buenos Aires; el Querandí,
antiguo poblador de la llanura que se extiende por las provincias
de Buenos Aires y Santa Fe; el Tehuelche, habitante de la Patagonia
y el Ona de la Isla Grande de Tierra del Fuego.

4. El mestizaje Para reflejar el mundo del mestizaje, Luis Perlotti eligió los personajes más representativos
de la sociedad colonial. Dolor indio muestra a un guerrero nativo dominado y
vencido por el invasor para señalar el padecimiento de su pueblo por tener que
someterse a otra cultura. La Laika Paya señala la aflicción de las mujeres sabias,
de aquellas que se ocupaban de curar con pócimas y brebajes el mal que padecía
su pueblo, cuando el conquistador la privó de su función. El tirador de honda sintetiza
la resistencia que los pueblos originarios opusieron a la agresión de los españoles
que arrasaron sus poblaciones.

El retrato de la Niña de Cuzco expresa la resignación de los habitantes del incanato
tras el ocaso y destrucción del Imperio Inca. Para mostrar su condición noble la adorna
con el tocado característico de su clase. El grupo escultórico La oración alude a la
llegada del cristianismo al continente y representa a una madre y su hijo de rodillas
para rezar, tal como lo impone la nueva religión.