Una vocación casi paternal

Anónimo

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En los albores de nuestro ingreso a la Casa ya se distinguía entre los letrados ‘seniors’ de aquella época un profesional que siempre se encontraba dispuesto a compartir y guiar a los que éramos un poco más jóvenes, trasmitiendo sus conocimientos con calidad y calidez, para hacer más sencillos los primeros pasos que dábamos en el ejercicio de la profesión.

Recuerdo con admiración su paciencia, para una y otra vez demostrarnos que la principal virtud en el abogado es discernir en cada situación litigiosa aquello en lo cual debemos centrar la atención.

Jamás hacía sentir su indudable bagaje de conocimientos, sino todo lo contrario, otorgaba confianza y por sobre todas las cosas lo hacía con una vocación casi paternal, que aún recuerdo con entrañable gratitud.

Ricardo era así: vocación de servicio, afecto a sus colegas y estirpe de fino caballero a la hora de la charla o del consejo.

Sin dudas un líder, lo que se vio justamente premiado cuando fue designado como primer Procurador General de la incipiente Ciudad Autónoma.

Y aún con semejante distinción y jerarquía, en cada oportunidad que lo cruzábamos en algún pasillo o éramos convocados a su despacho seguía siendo fiel a sí mismo. Nunca varió su postura amigable y solidaria.

Debo agregar a esta sucinta semblanza del querido Ricardo una característica de su personalidad: la contagiosa alegría y el sano espíritu de convivencia con los que desempeñaba su función.

Siempre será recordado con una cálida sonrisa de ternura y admiración por esa imborrable huella que nos ha dejado.

Con gran afecto, un viejo colega, discípulo y compañero.

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