Nunca dejó de ser aquel compañero inclaudicable

Por Miguel Rosenblum

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Para quienes no tuvieron la oportunidad de compartir funciones con el doctor Ricardo Busso puede sorprender la trascendencia de su paso por la Procuración. Más que un recuerdo, su presencia constante luego del alejamiento la cristaliza una simple pero nada común bonhomía.

Llegó a primer Procurador General y desde su cargo nunca dejó de ser aquel compañero inclaudicable, gestor de un clima laboral basado en el respeto. Prestigió el sentido de pertenencia a la Casa valorizando con calidad humana cada una de las funciones asignadas. Como resultado obtuvo la participación activa de una planta permanente de la que no tuvo dudas de valerse para reposicionar con su impronta a una unidad organizativa de prestigioso historial. En una mirada retrospectiva, sin hesitación puedo afirmar que sabía apreciar muy bien que contaba con funcionarios idóneos, probos y calificados.

Su gestión se caracterizó por reafirmar como concepción que no se podía improvisar ni experimentar con la función pública, y que debía conocerse el rol del Organismo frente a la problemática del municipio como eje central para el ejercicio de la defensa de sus intereses. Todo esto en un marco de alta judicialización que debió afrontarse como residual de la secuela de conflictividad dejada por el proceso militar que le precediera. Por esa natural aptitud para resolver los problemas de manera de no provocar tensiones, no dudo en señalar que tuve el orgullo de acompañar su gestión. Y por su valor y mérito personal, el privilegio de saber de él más allá de terminada su gestión.

Finalmente, parafraseando a François Fénelon (1), diría de Ricardo: huyó de los elogios pero hizo lo necesario para merecerlos.

(1) François de Salignac de la Mothe, más comúnmente conocido como François Fénelon (Château de Fénelon, Sainte-Mondane, 6 de agosto de 1651 - Cambrai, 7 de enero de 1715) fue un teólogo católico, poeta y escritor francés.

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