Miércoles 24 de Enero de 2018

Información con lógica colaborativa

Por Fernando Straface, Secretario General y de Relaciones Internacionales de la Ciudad*

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Todos los días cientos de miles de personas empujan un molinete del subte. Es un acto individual. Cada acto individual, sumado a los demás, es una gran masa de información que encierra patrones de cómo nos movemos en la ciudad.

La calidad del aire, las cámaras de velocidad, la programación histórica del Teatro Colón, las obras públicas: cada uno de estos asuntos tiene su base de datos pública. En 2012, la Ciudad abrió los primeros 55 datasets: hoy, BA Data ya tiene más de 200.

La agenda de apertura de datos públicos atravesó tres etapas. Primero fueron las leyes de acceso que garantizaron un derecho. La Legislatura aprobó la de Buenos Aires en 1998, que garantiza el derecho a solicitar y recibir información a la administración pública. Es un hecho y un punto de partida, pero resultaba insuficiente, entre otros motivos porque no exigía al Estado ofrecer por defecto la información.

La siguiente etapa, de transparencia activa, se construye sobre la primera. Invita al Estado a abrir la información proactivamente, sin necesidad de que haya una demanda ciudadana. La reforma de la ley 104, sancionada en 2016 por la Legislatura, consolida este paso. A esta etapa pertenece la apertura de información fundamental de cualquier gestión de gobierno: el presupuesto y su ejecución, declaraciones juradas de los funcionarios, compras y contrataciones, entre otros aspectos relevantes de la gestión pública. Desde hace unos años se suma una tercera etapa, originada en la lógica colaborativa que habilita la tecnología.

En un mundo cada vez más informatizado, las bases de datos públicas son un activo. Aunque hayan sido pensadas para un propósito particular, tienen una vida potencial, un "long tail" más allá de ese propósito.

Hoy la política pone los datos en manos de los ciudadanos de la forma más clara posible para que los reutilicen como necesiten. El censo de árboles de la ciudad, por ejemplo, fue tomado por una inmobiliaria digital, Properati, que mapeó los plátanos para advertir a los alérgicos al momento de tomar decisiones inmobiliarias. Londres abrió los datos del sitio Fix My Street, donde usuarios reportan problemas en las calles, y empresas de logística usaron la información para generar rutas de envío de mercadería más eficientes. Así, redujeron costos, disminuyeron el impacto medioambiental de su actividad y aportaron a un tráfico más ordenado.

Recientemente, la Ciudad lanzó BA Obras, un sitio abierto con más de 800 obras públicas que se están realizando en Buenos Aires. Los vecinos pueden ver las obras de su comuna, cuánto cuestan, cómo avanzan con fotos y videos, o descargar los pliegos de las licitaciones. Además de los cruces que cada usuario puede hacer con la información -ver, por ejemplo, qué tipo de obras hay en cada comuna, cuánto se invierte-, cualquier usuario puede generar aplicaciones nuevas, impensadas, con esos datos.

En esta línea también se ubica el Mapa de Oportunidades Comerciales de la Ciudad, que analiza grandes volúmenes de datos e indicadores comerciales, poblacionales e inmobiliarios, y brinda a los usuarios información de riesgos y oportunidades de mercado para abrir comercios.

Esta lógica colaborativa asume que aunque los gobiernos tengan la información, no necesariamente tienen todas las respuestas. Abrir los datos multiplica su riqueza: cuantos más abramos y más personas los usen, más cerca estaremos de encontrar nuevas soluciones a viejos problemas.

*Nota publicada en el diario La Nación