Entrevista a la artista plástica Estela Pereda

Mariette Lydis dictó clases de dibujo en su taller mientras vivió en la Argentina. La artista plástica Estela Pereda y su madre, la escritora Estela Laplace de Lacau (Premio Emecé, 1961), tomaron clases con ella en los años ´40.

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Estela, ¿qué recuerdos tiene de Mariette Lydis?

Ella vivía sobre la calle Cerrito, en un piso alto muy luminoso, esa era su casa- taller. Mi mamá me llevaba y aprendí a dibujar mucho con ella. Yo tendría alrededor de 13 años, en 1944…1945, Lydis llegó durante de la Segunda Guerra Mundial.
Lydis se había casado con un conde italiano, de apellido Govone y en algún momento vino sola a la Argentina, no sé por qué él no vino….Luego la visitó, era un hombre alto con unas manos divinas, que ella dibujó muchas veces. Más tarde, recuerdo que fue de nuevo a Europa a reunirse con él, con su marido.
Mariette era chiquitita, más bien un poquitito encorvada y con poco cuello, con la cabeza muy metida y chiquitita; mi mamá era muy chiquita también así que debía ser como mi mamá, no debía medir más de 1,54 cm. Yo la pasé enseguida y eso que no soy alta pero igual la pasé. De carácter era encantadora, conversadora, contaba cuentos de sus recuerdos de Austria.
Yo creo que nosotros hablábamos francés con ella, pero tenía buen español. Mis padres son descendientes de franceses, me mandaron a un colegio francés y tenía el francés como mi segundo idioma, como una cosa muy incorporada. Yo creo recordar que cuando daba clases a sus alumnos hablaba español.

¿Qué contaba de su vida antes de venir a la Argentina?

Hablaba de los castillos, contaba cuentos muy divertidos (¡cuando uno es chico te quedan esas cosas en la cabeza!). Por ejemplo que el baño estaba en el fondo de un pasillo larguísimo en el que había una máscara y la idea era que uno cuando iba al baño se ponía esa máscara para que no supieran de quien se trataba, ¡esas cosas nos contaba!. Claro, como éramos chicos mi hermano y yo, seguramente nos contaba esos cuentos para divertirnos.

¿Lydis era conocida en el país cuando llegó, perteneció a algún grupo?

Sí, en un círculo a lo mejor chico. Como pasa siempre en Buenos Aires, había un círculo más exclusivo de vanguardia y otro círculo, que viene detrás o por el costadito. Para mí ella era ella, y no se unió a ningún grupo, porque tal vez no tenía con quien congeniar con el tipo de obra que hacía, no sé decirles de su vida en Europa.

¿Se movía en el circuito de las galerías de arte?

Sí, yo no recuerdo que haya expuesto en algún museo. Recuerdo en la galería Witcomb, en la calle Florida. Era muy conocida pero su obra era como que pasaba por el costado. Por ejemplo, la Asociación Amigos del Arte a la cual pertenecía mi papá estaba en otra onda. En esa época ellos trajeron la muestra de Petorutti. Papá me contaba del escándalo que se armó en la calle Florida y del rechazo de sus pinturas.
Acá en Buenos Aires no sé cómo se hizo conocer, ella se vinculó con mucha gente que estaba muy cerca del arte, como por ejemplo con mis padres, con Julita Bullrich de Saint, que la protegió, en el sentido que la acompañó y la ayudó. En un momento dado fuimos a dibujar a la casa de la señora de Saint, a la buhardilla, donde Mariette tenía un tallercito. Tal vez ese taller lo tuvo antes de ir a Cerrito, tengo el recuerdo de muy chica de haber ido ahí, a la Avenida del Libertador.
Ella se hizo muy amiga de Julita Bullrich y a través de ella conoció mucha gente que se hizo dibujar y retratar, así se hizo bastante conocida. Incluso a mí me hizo un retrato a lápiz, después a mamá no le gustó entonces a ella tampoco, no sé qué le encontraron, no sé qué pasó, nos olvidamos de ese retrato.

Le daba clases a Laura Bullrich, hermana de la escritora Silvina. Con ese grupo estaba sumamente conectada, un grupo de intelectuales o sea que “cayó” bien en realidad.

Los fines de semana, se iba a la chacra de Julita. También iba a la casa de mis padres, que la querían mucho, en San Antonio de Areco, a un campo que todavía tenemos. Iba más bien en verano con papá y mamá. En este momento los viajes no eran de tres días, eran para instalarse por lo menos de nueve, diez días. Ella se llevaba sus materiales, trabajaba ¡ya lo creo! en una galería grande.
Le encantaban las casas de campo y los perros. Julita Bullrich criaba perros caniche y a ella le encantaban, siempre tenía por lo menos dos perros en su casa, que eran de la cría que hacía esta señora. Lydis era muy amiga de Pancho Bunge, el librero que estaba en la calle las Heras. También de Müller, editor y librero. Seguramente realizó algunas ediciones con Müller. Yo tengo en casa un libro, de la editorial Viaus, un regalo que hizo Lydis a mis padres, autografiado por ella con una dedicatoria preciosa, y que contiene un prefacio donde se lee su testimonio con datos autobiográficos.

¿Cómo eran sus clases?

Daba clases sobre todo de dibujo, no recuerdo que tuviera gente que pintara. En las clases me hacia dibujar y me mostraba como manejar el lápiz y yo dibujaba. Nos ubicábamos alrededor del modelo, en un espacio grande como una sala.
Tenía muchos alumnos, incluso hacía exposiciones con sus trabajos a fin de año, me acuerdo que una vez la hizo en una sala para exhibir arte en la Casa Harrods. Mi mamá expuso con los alumnos en varias oportunidades.
Mi mamá, Estela Laplace de Lacau, era muy buena dibujante pero se asustó porque creyó que se parecía demasiado a la técnica de Mariette. Entonces dejó, quiso cambiar pero no pudo, y no sé por qué no siguió, porque igual conservó su personalidad, no es Mariette, es ella. Mi madre fue antes alumna de Vicente Puig y luego no se dedicó mucho más a la plástica porque se dedicó a la escritura.
Así que, estos son los recuerdos que yo tengo de Lydis.

Era una persona adorable, muy afectuosa, muy agradable, muy cariñosa. Tenía un sentido religioso de la vida, sin pertenecer a ninguna fe, esa es la impresión que me ha quedado, de muy buena persona. Han quedado rastros de sus dibujos en mi obra, estoy segura.

Lic. Leticia Orieta
Lic. Mariel Carrubba Laraignée