Sala Zemborain

Conocé la historia del filántropo Ricardo Zemborain y su legado fundador

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El filántropo y coleccionista Serviliano Ricardo Rafael Zemborain. Su legado fundador

Serviliano Ricardo Rafael Zemborain (Ricardo Zemborain) nace en Mercedes, provincia de Buenos Aires en 1872. Tal vez el 20 de abril día de san Serviliano. Los pocos datos que se conocen de su vida se deben a un opúsculo escrito por su sobrino bisnieto Carlos Alfredo Zemborain. Son muchas las referencias a su sentido patriótico y generosidad con la que formó su colección variopinta y que nunca dudó en legar a su país. Y así lo hizo por testamento del 28 de marzo de 1912, en su cláusula quinta dispone: “Que no teniendo, como no tiene herederos forzosos, resuelve distribuir sus bienes de la forma siguiente: En primer lugar, dispone que con todos los muebles, biblioteca, galería de cuadros y colecciones numismáticas y artísticas que se encuentran en su casa habitación de la calle Talcahuano mil ciento ochenta y seis, se forma o constituya un Museo o Galería que llevará el nombre del testador y que se instalará en una o más salas construidas expresamente en el mismo local donde se levante el Asilo de que se hará mención en la cláusula sexta del presente...”.

Pocos días después, el 5 de abril de 1912, falleció a los 40 años víctima de tuberculosis. Lamentablemente, el legado original de Ricardo Zemborain fue vendido en subasta por la Municipalidad que lo había recibido en donación. Tampoco se hizo el asilo que había dispuesto. Pasaron diez años para que el museo Municipal abriera sus puertas en 1921. Por decisión del intendente José Luis Cantilo se crea el Museo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, el 6 de octubre de 1921 en su primera sede, en la planta alta del edificio de la calle Corrientes 939, donde funcionaba la Caja Municipal de Jubilaciones. Tuvo dos sedes más hasta que el 12 de diciembre de 1941, la Comisión Interventora de Vecinos del Concejo Deliberante sanciona la Resolución 13.003, por la cual se destina “el edificio existente en la ex estancia Saavedra para sede del museo municipal que funciona en el inmueble sito en la avenida Quintana n.88 (tercera sede)”. Días más tardes, por otra ordenanza se resuelve renombrarlo y negar nuevamente, el deseo del legatario Ricardo Zemborain, tal como éste dispusiera.

El museo en su nuevo barrio se denomina Museo Municipal General Don Cornelio de Saavedra. El legado inicial, según inventario de 1918, consta de 12.317 objetos. A lo largo de los años, el museo se fue complementando con valiosas colecciones como la de Jorge A. Echayde, quien fuera el primer director ad honorem del museo municipal.

Con motivo de los 100 años del Museo Saavedra, se ha decidido denominar a esta última sala con el nombre de Ricardo Zemborain para remediar el injusto olvido.

Sobre la inmigración

Isaac Kaplan, emigrante centroeuropeo judío, recordaba en un reportaje de la década de 1970, cuando contaba con 97 años de edad, una conversación que había sostenido en su juventud con el entonces gobernador entrerriano, Laurencena. Kaplan le dijo que quería a la Argentina más que él. Extrañado, el funcionario le preguntó por qué, y Kaplan le respondió que él había venido de tierras donde solo mencionar la palabra "libertad" equivalía a un crimen. En el gobernador el amor a la patria era natural, en cambio, él había aprendido a amar a la Argentina, al compararla con el terrible pasado que había dejado atrás. Las vidas anónimas, a veces consideradas sin trascendencia por la historia tradicional, se valorizan en la "historia chica". Esas presencias invisibles esconden otra historia, que nos facilita entender algo más la de la Argentina. Las imágenes nos acercan algo parecido a la voz de sus protagonistas, a través de las que podemos reconstruir su universo personal y entender algunos de los motivos por los que se integraron al país abandonando su historia, idioma, afectos, formas de vida, etc.. Sus experiencias nos sirven para comprender el proceso migratorio: sus razones, los problemas nacidos frente a este paso, la existencia y función de las cadenas migratorias, la concentración espacial de la primera generación, y la necesidad del Estado argentino de "nacionalizar" al recién llegado, dictando normas que favorecen su llegada, convirtiendo al país en un punto de atracción. El contingente masivo incluyó individuos de casi toda Europa, expulsados por la crisis que produjo la revolución industrial. A fin del siglo XIX su arribo produjo en Buenos Aires un enorme incremento poblacional. Se puede generalizar sobre los motivos de su partida, el traslado y la llegada, así como las vivencias y angustias del desarraigo, que además serán la base de las luchas frente a la injusticia, porque son condiciones universales. En esencia, la migración refleja necesidad de supervivencia, a pesar de dolores y dificultades. Si el viaje fue un duro corte, llegar a la nueva tierra será iniciar una nueva historia y nuevas batallas, que sólo culminarán con un retorno –más que improbable–, o en la muerte.
Y así los migrantes fueron construyendo, día a día, la cultura argentina y aportaron y aportan al desarrollo de nuestra identidad. Sumando sus tradiciones a las nativas, nos enriquecen en la más elogiosa concepción de la palabra. En el anciano Kaplan, según su entrevistador, se produjo una transfiguración del rostro cuando terminó de hablar, como si sus largos años se plasmaran en imaginarios surcos de tierra arada. Cuando se aleja, para quienes leemos la entrevista, sentimos el paso hacia la historia de una generación audaz, animosa, inteligente, la generación para la cual todo era posible, la simiente de esta Argentina que hoy vivimos. Esto es lo que hemos intentado reflejar con las imágenes de esta muestra.

Luis O. Cortese