Sala Saavedra

Conocé los procesos históricos desde la fundación de la ciudad de Buenos Aires, el virreinato, las Invasiones Inglesas hasta la la Revolución de Mayo.

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De conquistadores a virreyes

La ciudad de Buenos Aires pasó de ser una pequeña aldea con algunos cientos de habitantes a convertirse en una de las ciudades más importantes del Imperio español en América del Sur. Varias décadas después del asentamiento de Pedro de Mendoza en 1536, Juan de Garay lideró una expedición desde Asunción para establecer una ciudad en el Río de la Plata. El 11 de junio de 1580, con once españoles y cincuenta y tres criollos, fundó la Ciudad de Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, en el lugar en el que se encuentra la actual Plaza de Mayo. El trazado original de la ciudad era un rectángulo de 250 manzanas; las primeras cuatro filas desde la ribera fueron destinadas al fuerte, la Plaza Mayor y las congregaciones religiosas. Las leyes dictadas por los reyes españoles, Carlos V y Felipe II, determinaron la distribución de solares, las tierras para pastoreo de ganados, las del Cabildo y las de labranza. Aunque el edificio del Cabildo que hoy conocemos –transformado numerosas veces a lo largo de su historia– fue terminado a mediados del siglo XVIII, esta institución de gobierno local funcionó en la ciudad desde sus orígenes.

Durante sus primeros siglos de existencia, el desarrollo de Buenos Aires estuvo frenado por su lugar marginal dentro del imperio español. El monopolio comercial de la Corona autorizaba a pocos puertos americanos para la comunicación con la metrópoli y el transporte de los cargamentos de metales preciosos. Buenos Aires no fue uno de ellos sino hasta finales del siglo XVIII.

En 1776, en el contexto de una serie de reformas globales de la monarquía, el rey Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata y designó como capital a Buenos Aires. A partir de entonces, la ciudad –que contaba en esa época con una población de más de 20.000 habitantes– experimentó un fuerte crecimiento. Esto se debió a que se convirtió no solo en la sede de las nuevas autoridades virreinales, sino también en un importante centro comercial donde fluían, ahora sí, el oro y la plata desde el Alto Perú a España y los productos de la península al Virreinato. En las últimas décadas del periodo colonial se dieron numerosos cambios en el consumo y la vida cotidiana de la población urbana. Muestra de ello son el refinamiento del gusto y de las modas, la aparición y circulación de delicados objetos de platería y las mejoras urbanas que experimentó la ciudad, dejando atrás la antigua ciudad fundada por Garay.

1806-1807

Invasiones Inglesas, hazañas y reconquista

Aunque a simple vista parecen eventos lejanos al Río de la Plata, tanto la expansión de Napoleón Bonaparte por Europa a comienzos del siglo XIX como el bloqueo comercial impuesto por este a Gran Bretaña impactaron de manera directa en nuestra región. En ese momento, Inglaterra estaba atravesando un rápido proceso de crecimiento económico debido a la Revolución Industrial y necesitaba encontrar nuevos mercados para sus productos. Por su parte, Buenos Aires, a pesar de ser la capital virreinal, se encontraba desprotegida militarmente. En 1806 y 1807, las tropas británicas aprovecharon esta situación y tomaron la ciudad, que casi no opuso resistencia.

Una vez instalados, los ingleses buscaron alterar lo menos posible la vida política y religiosa de la población: permitieron la continuidad de las instituciones coloniales, ratificaron a los funcionarios en sus cargos, se comprometieron a respetar a la Iglesia Católica y autorizaron el libre comercio en la ciudad. Sin embargo, Buenos Aires finalmente ofreció una resistencia inesperada. A pesar de la partida del virrey Sobremonte hacia Córdoba y de la rendición de las principales autoridades de Buenos Aires a los ingleses, la población porteña comenzó a organizarse secretamente en milicias formadas por españoles peninsulares, criollos y otros grupos populares para repeler al invasor. Estos escuadrones lograron la rendición inglesa unos pocos meses después y rechazaron una segunda invasión en 1807. Las invasiones desencadenaron la crisis del dominio español en el Río de la Plata. La autoridad virreinal se vio desacreditada por su inactividad frente al avance inglés, lo que forzó al Cabildo –presionado por los propios milicianos– a destituir al virrey y nombrar en su reemplazo a Santiago de Liniers, uno de los héroes de la reconquista. Por otra parte, la desprotección del virreinato por parte de la Corona hizo tomar conciencia a los porteños de sus capacidades militares y del grado de autonomía con el que contaban. Los regimientos creados a partir de la movilización popular se convirtieron en uno de los protagonistas políticos más importantes de los últimos años de la colonia. Estos cuerpos militares y sus nuevos líderes fueron fundamentales en la creación y la consolidación de las nuevas autoridades revolucionarias surgidas en 1810.

Revolución de Mayo

La crisis de la monarquía española

A finales de 1807, el ejército de Napoleón Bonaparte entró en España con permiso de la Corona. Su intención era incorporar a Portugal por la fuerza al bloqueo continental contra Gran Bretaña. Sin embargo, el Emperador francés aprovechó una crisis familiar entre Carlos IV y su hijo Fernando VII y obligó a ambos a renunciar al trono en favor de José Bonaparte, su hermano. Este evento desató una de las peores crisis institucionales de la historia de la monarquía: ¿era posible para el Rey traspasar la Corona sin consentimiento del reino? La mayor parte de España desconoció a las nuevas autoridades impuestas. En las principales ciudades se formaron juntas autónomas que reclamaban gobernar en nombre del depuesto rey Fernando VII. En el mes de septiembre de 1808, representantes de estas instituciones locales se reunieron en la ciudad de Sevilla para crear una Junta Suprema Central que buscó centralizar el gobierno y los esfuerzos de guerra contra el invasor francés. A pesar de la resistencia española, Napoleón continuó avanzando sobre España. Finalmente, la Junta Central se disolvió en enero de 1810 y delegó su poder en una nueva institución: el Consejo de Regencia que continuaría gobernando en nombre de Fernando VII. Como las comunicaciones atlánticas eran muy lentas, las noticias sobre la disolución de la Junta Central llegaron a Buenos Aires recién el 14 de mayo, y desataron una crisis política sin precedentes. Una pregunta crucial circulaba en la capital virreinal: ¿qué autoridad legítima tenía el virrey Cisneros –que había sido nombrado por la Junta Central de Sevilla– si el poder en la península había colapsado? Con el apoyo de las milicias comandadas por Cornelio de Saavedra, y luego de tensas negociaciones con el virrey Cisneros, se logró la convocatoria a un Cabildo Abierto que se realizaría el 22 de mayo de 1810. Su objetivo sería definir el futuro del virreinato y sus vínculos con España.