Desde la Revolución de Mayo hasta la liberación del Perú, en 1825, Jujuy había sido un escenario central en las guerras de la Independencia. Después de tomar Cochabamba, el siguiente objetivo del ejército realista era Jujuy. El 23 de agosto de 1812, el General Manuel Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, recibe la noticia del avance de los realistas desde el Alto Perú. Las tropas españolas superaban a las patriotas en número y armamento, por lo que Belgrano dio inició a lo que históricamente se conoce como el Éxodo Jujeño hacia Tucumán. Desde Buenos Aires el Triunvirato le había ordenado replegarse hacia Córdoba. Las tropas criollas se encontraban desmoralizadas y sin armamento luego de los hechos ocurridos en la batalla de Huaqui. La idea de Belgrano era aplicar la táctica conocida como tierra arrasada, que consiste en destruir todos aquellos recursos que puedan ser de utilidad para el enemigo para cuando éste llegue o se retire. Belgrano entonces, dio la orden al pueblo jujeño de levantar todo aquello que pudiera ser de utilidad a los realistas y movilizarse hacia Tucumán. La totalidad de la población acató la orden, abandonando todas sus pertenencias y quemando todo aquello que no pudiese transportarse. Tales actos fueron: destruir casas, quemar cosechas, tapar pozos de agua, entre otros. Esta estrategia rindió sus frutos y el ejército realista se vio fuertemente afectado en cuanto a su logística, lo que derivó en que veinte días después el ejército patriota venciera en Tucumán.
