Miércoles 08 de Septiembre de 2021

Edgar Michaelsen: Maestro de maestros

En el Día del Maestro vamos a recordar a este orfebre y formador de varias generaciones de reconocidos artesanos plateros, además de una persona entrañable y querida.

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Para ser docente es necesario manejar con expertise las técnicas del oficio, pero esto no es suficiente: debe además tener la cualidad de poder transmitir y sembrar en el alumno el vuelo y la creatividad para que siga su propio camino. Dicen que un buen profesor será aquel que es recordado con afecto y agradecimiento años después. Estas características las reúne Edgar Michaelsen(1915-1996), del cual te contamos su significativa historia de vida escrita por su hija Andrea y el recuerdo de algunos de sus alumnos.

Nacido el 20 de junio de 1915 en Uruguay, de padres argentinos de origen nórdico, los Michaelsen se establecieron en 1918 en Buenos Aires.

Edgar estudió alternativamente en Argentina y Suiza, razón por la cual dominó cuatro idiomas a la perfección. De carácter rebelde y romántico, a los 18 años decidió ir al campo a trabajar de peón a una estancia y ahí comienza por diez años de peregrinar. Trabajó de tropero llevando ganado de Corrientes a Misiones, esquila ovejas en la Patagonia, planta 5.000 árboles de yerba en Misiones, se convierte en domador y así es como recorre casi toda la Argentina enamorándose de nuestra platería. Desde muy joven, antes de partir había comenzado con los trabajos en metal. Había aprendido en un solo año todo el oficio de herrería artística en la Escuela Raggio. Al regresar, comenzó a trabajar en platería de forma autodidacta.

Realizó colecciones de joyas en plata y oro, utilizando técnicas de su primer oficio logrando así un estilo propio e irrepetible también en cubertería. Buscando a un ayudante conoce a la que se convirtió en su maestra de cincelado, María Bloch de Arndt.

Nos cuenta Andrea Michaelsen, su hija, una anécdota de cuando se conocieron:
“Mi padre tuvo su primer taller en el fondo de la casa de sus padres en Devoto. Tenía mucho trabajo, hacía mucha joyería, muchos cubiertos. Él había aprendido herrería artística y entonces la usaba mucho en la platería. Era muy autodidacta. Pero un día decidió publicar un aviso en el diario que pertenecía a su familia, de habla alemana, para conseguir alguien que lo pudiese ayudar. Bueno, así fue publicado el aviso y mi abuela le dice a mi padre “va a venir una señora vieja y bizca”. “Ay mamá! Cómo se te va ocurrir eso -le dice-eso”. Pasan dos días y toca el timbre una persona y era una señora vieja y muy bizca, muy bizca, no poco!. Era una señora de origen alemán, judía que había escapado a París cuando la guerra y había aprendido a cincelar, había aprendido a tallar marfil. Era una gran artista y mi padre cuando vio todo lo que esta mujer sabía hacer le dijo “yo la contrato pero usted viene todos los días y me enseña”. Y con ella aprendió el cincelado. Ella no tuvo otros alumnos en la Argentina. Por eso me gustaba nombrarla. Ella trajo el estilo de cincelado de París, con todas sus técnicas y mi padre aprendió esa parte del oficio con ella.”

Fue su único alumno y a su muerte, el orfebre decide que debe comenzar a enseñar este arte, ya que siente que debe pasar la posta a otros.

Exhibió en numerosos lugares de Buenos Aires y en el hotel Llao-Llao, que vende sus piezas por varios años. En Buenos Aires se instaló dentro de una conocida escuela de arte llamada "Atelier Yosse", cuya casona se encontraba en Callao y Arenales, donde también comenzó a dar clases y a realizar sus trabajos de platería criolla de singular originalidad, guardando las tradiciones de la hechura, pero renovando totalmente el estilo decorativo de las mismas.

Se casó con Sally Oliver, uruguaya, hija de un escritor gauchesco, quien es su compañera y lo alienta a la formación de una escuela que comienza a brillar con fuerza a principios de los '70.

Recordado por todos con mucho afecto, fue un Maestro del oficio y un filósofo de la vida, mezclando cinceles, mates bien cebados, asados y anécdotas de vida. Muere el 5 de agosto de 1996,- hace 25 años -dejándonos a todos el oficio y el afecto y a nosotros, Andrea (su hija) y su compañero Jorge Lossi, su taller y la continuidad de su escuela. Pueden encontrarlos a través de facebook: escueladeorfebreria.michaelsen

Pasaron por su atelier más de 300 alumnos, de los cuales al menos 50 se dedicaron profesionalmente al oficio. En una imagen de su taller se lee un cartelito que bromea: "Los sobrevivientes de este taller serán orfebres".

Algunos de sus discípulos nos cuentan sus recuerdos:

“Con Edgar conocí el significado profundo de la palabra Maestro. La simpleza y hondura de sus palabras hacían fácil el aprender. Con sus indicaciones y su decir, los cinceles se deslizaban como enamorados del metal y todo salía bien. -En la naturaleza está todo, de ella se aprende- decía, y así los primeros bocetos surgían en el jardín dibujando sus plantas. Cada tarde en el taller de Acassuso era mágica y siempre estaré agradecida por la generosidad de tantos conocimientos brindados, por su integridad y por haber guiado mi camino artesanal." (Vilma Truncellito, 2021)

“Es el año 1986 en el colectivo 60 desde Montserrat hacia Acassuso. Los ornamentos de las fachadas de la Buenos Aires de hace casi 40 años llenan mis ojos y el cuaderno de bocetos. Me bajo en Santa Fe y Espeleta. Tres cuadras de azahares al llegar al taller de Edgar se mezclan con su pipa y el aroma a pasta pez, entre mates mil historias y todas las posibilidades del oficio legado. Una ventana al futuro universo de donde ahora miro al joven y su Maestro y ellos me miran. Desde ese momento la felicidad, alegría y entusiasmo que da mi oficio siempre tienen perfume a azahares, pipa y pez” (Martín Viteri, 2021)

“Desde los 14 años me dedico a la platería. Yo empecé el secundario y me aburría. Y un día en el año 68, recién empezaba Plaza Francia, iba ahí a mirar. Y yo veía a mi maestro, Michaelsen, explicar a unos artesanos cómo hacer unas cosas y me gustó lo que hacía. Y le pregunté qué era. “Yo soy orfebre” Entonces me fui al taller a ver cómo era y ahí me quedé enamorado. Me quedé 6 años ahí hasta que terminé el colegio.” (Emilio Patarca, 2008)

“Edgar era un enamorado del oficio de orfebre. Fui alumno suyo por lo menos unos seis años, y aunque por mi parte no terminé dedicándome al cincelado, que era lo que él enseñaba principalmente, el paso por su taller determinó que yo me convirtiera en un artesano y sobre todo que me dedicara a este oficio con alegría y pasión” (Fidel Guigui, 2021)

Están en la foto Emilio Patarca, Horacio Álvarez , Marcelo Toledo, Alberto Calatrava, Javier Insúa (quién fue el primer maestro de cincelado de la escuela municipal de Joyería de Caba, lamentablemente fallecido), Fidel Guigui ,Vilma Truncellito, Martin Viteri, Laura Koopersmith, Mario Zarate, Carol Zarate, Piri Spoltore, Silvia Rinque y yo Andrea, agachada justo frente a él. Esta foto es de su cumpleaños número 80 en la que estamos muchos de los que fuimos sus alumnos. El que sacó la foto es Jorge Lozzi, mi marido, que no salió en la foto porque la estaba sacando él. (describe su hija Andrea) Muchos de los fotografiados conservan esta imagen impresa entre sus recuerdos más preciados.

“Cuando falleció Edgar, nos cuenta Martín Viteri, Andrea (su hija) me regaló lo que era el piloto del taller con él prendía su pipa. Y bueno, nosotros prendíamos todos los sopletes. Él se lo había hecho con una serpentina, creo, de una chopera antigua, una cosa muy loca. Está cargado de simbolismo porque era la llama que siempre estaba prendida en el taller…”