Miércoles 05 de Agosto de 2020

La solidaridad de Julio: el encargado que ayuda a la gente de su edificio

Además de cumplir con sus tareas, todos los días visita piso por piso los departamentos donde viven adultos mayores que pueden necesitar una mano. Les hace las compras, les paga los impuestos y además tiene tiempo para supervisar la tareas de la escuela de sus dos hijas.

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"Me debe diez pesos: la voy a poner en la lista negra", bromea Julio, y Estela sonríe. Julio Villagarcía es encargado de un edificio en la calle Monroe, en Belgrano. Estela Gamondés, una vecina de 82 años que vive en el primer piso y cuenta con la ayuda de él para hacer compras y pagar facturas.

Julio acaba de llegar cargado de bolsas de un largo recorrido por el barrio, que incluye un supermercado chino, una pescadería y un local donde se pagan impuestos y servicios. Todos los pedidos que realizó son para adultos mayores que viven donde él trabaja. Son personas incluidas en los grupos de mayor riesgo por las autoridades sanitarias y es altamente recomendable que no salgan de sus casas para no exponerse al COVID-19.

La Ciudad lanzó el programa Mayores Cuidados en el que se inscribieron unos 40.000 voluntarios y más de 11.000 adultos mayores, para ayudarlos a realizar compras en farmacias y comercios de proximidad, y el paseo de sus mascotas, entre otras necesidades, durante el aislamiento preventivo y obligatorio.

“Les doy la seguridad de contar con alguien que les da una mano en esta situación que no esperábamos”, explica Julio


Atento a esas recomendaciones todos los días Julio recorre desinteresadamente piso por piso y visita en sus departamentos a "los abuelos", como los llama, para ver cómo están y si necesitan algo. Recoge los encargos y sale a la calle con el listado dispuesto a colaborar con ellos.

Siempre con su tapabocas negro puesto, hace la cola en todos los comercios manteniendo distancia de otros compradores. Y con paciencia va cumpliendo con cada punto de la lista. "Estoy ayudando a los abuelos de mi edificio", cuenta. Y aunque muchos gestos de su cara no se ven porque están cubiertos, se nota que la mirada se le llena de orgullo.

Al principio él se muestra un poco reticente a contar su historia solidaria porque cree que está haciendo lo que corresponde. "La gente ve cómo uno se comporta y se va dando cuenta de quién es uno y eso genera confianza. Yo los ayudo a hacer las compras y ahora que volvieron a abrir los locales, a pagar los impuestos. Les doy la seguridad de contar con alguien que les da una mano en esta situación que no esperábamos", sigue.

Porteño, con un breve pasado en Tucumán, hace 10 años que Julio es encargado del edificio. La gente ya lo conoce. Entre los beneficiarios de su tarea solidaria hay principalmente cuatro vecinos: tres señoras y un señor. Hay otros adultos mayores en el consorcio, pero sus familiares se ocupan de llevarles mercaderías y de que estén atendidos. Allí también vive gente joven que ofrece su ayuda a los más grandes y se preocupa de que todos estén bien. "Los más chicos ponen cartelitos en el ascensor. En este edificio no hay problemas: somos como una gran familia. La verdad, 11.000 puntos", califica el encargado.

Julio se hace tiempo para hacer los mandados sin descuidar sus tareas en el edificio de Monroe entre Cuba y Arcos. También se las ingenia para supervisar las tareas de la escuela de sus dos hijas de 10 y 15 años. "También es una enseñanza que les doy a ellas", agrega sobre sus nuevas ocupaciones.

“La solidaridad nos hace bien a todos”, dice Julio


"Me piden leche, pan, galletitas y una señora, que le compre pescado", enumera, y detalla que una vecina tiene un gatito con un problema gastrointestinal y tiene que consumir una comida especial. El va a la veterinaria y se la compra.

Pero no solo hace los mandados. También se ocupa de cuestiones domésticas que se complicaron con la cuarentena, como arreglar pérdidas de agua y cambiar las lamparitas que se queman. "Hay cosas que no te cansan", describe.

Estela mira las peras que acaba de recibir y exclama en juvenil lenguaje: "¡Están joya!". Después razona: "Julio me está conociendo más a mí. Y yo lo estoy conociendo más a él. Esto está creando lazos nuevos que son sumamente valiosos. Me llena de orgullo su ayuda, así como la que recibo de mis sobrinas que están pendientes con un grupo de WhatsApp, y se ocupan de otros trámites".

Ya en planta baja, Julio se despide con una reflexión: "La otra persona te mira, y solamente con la mirada ya te agradece. Se siente bien él, y te sentís bien vos. Yo me siento útil. Más allá de darles una mano me doy una mano a mí, porque me hace bien. La solidaridad nos hace bien a todos".