Sábado 07 de Diciembre de 2019

Miriñaque, el club que le dio vida a un espacio de Pompeya

Logró recuperar y revalorizar una manzana que estaba abandonada para el barrio del sur de la Ciudad.

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En la Ciudad existen aproximadamente 360 Clubes de Barrio, un volumen que suele mantenerse, aunque en los últimos 20 años se fundaron nuevas instituciones como consecuencia de la demanda social que hay en nuestro país. Son distintas organizaciones sociales que fueron desarrollándose en su estructura organizativa y hoy funcionan como clubes, incluso sin una sede social establecida.

Se encuentran historias de todo tipo, como Jesús Romero en el Bajo Flores donde un campeón de boxeo usa ese deporte para sacar chicos de la calle, hasta 2T Gym, único club de barrio dedicado al levantamiento de pesas exclusivamente.

Pero la historia del Club Social y Deportivo Miriñaque, fundado el 12 de octubre de 1933, no se centra únicamente en lo deportivo, sino en lo urbano. Porque con mucho esfuerzo lograron que la Ciudad y la Asociación San Vicente de Paul le otorgaran un predio de Pompeya que estaba en desuso, oscuro, en estado de deterioro y usurpado en la calle Cachi al 700.

Este sueño se concretó en 2013 con la incorporación de ese terreno y hoy se convirtió en un centro deportivo que cuenta con una imponente cancha de fútbol, un tatami para artes marciales y un gimnasio. Lo usan 500 chicos y chicas que practican múltiples actividades y de aquel entonces a hoy, la institución vio quintuplicar la cantidad de vecinos y vecinas que hacen actividades en el club, si se comparan las 300 personas que asistían antes con los más de 1.500 usuarios que hay actualmente.

En medio de vaivenes económicos y diversos inconvenientes que ocurren cuando todo se hace a pulmón, sus dirigentes lograron su objetivo y hoy, aseguran, el proyecto alcanzado supera sus expectativas.

En la nueva sede hay un abanico de disciplinas como futsal (masculino, femenino y veteranos), artes marciales y entrenamiento funcional. También se reciben alumnos de colegios que hacen actividad física en sus instalaciones y vecinos del barrio 21-24 que utilizan la infraestructura deportiva del club como sede.

Más allá del impacto social por su actividad, la nueva sede introdujo un cambio urbanístico en la zona que los vecinos aplauden, porque revitalizaron el frente, renovaron medianeras con murales alusivos al club y la identidad barrial y se mejoró la iluminación de la zona, además de la permanente circulación de gente que ha generado.

Si bien la institución recibe el soporte económico y técnico de la Subsecretaría de Deportes de la Ciudad, el desarrollo del proyecto no podría haberse concretado sin la colaboración de sus socios, dirigentes y vecinos, que aportaron mano de obra, dinero y lo que tuvieran a su alcance, convirtiendo la nueva sede de Miriñaque en una construcción colectiva con un sentido de pertenencia único.

Y la obra sigue, porque no para de crecer. Hoy, sus proyectos son techar la cancha y sumar nuevos vestuarios, pero alcanza con acercarse para comprobarlo, viendo sus tribunas llenas de padres y madres que ven entrenar a sus hijos e hijas.