Diciembre 2020

Columnas de opinión del Procurador General

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Salud, virtualidad y autonomía de la ciudad

Termina ya el 2020, sin dudas un año que recordaremos de un modo muy especial. Aunque siempre esta fecha de diciembre es ocasión propicia para el balance y la reflexión, ello resulta si se quiere más inquietante y movilizador en este cierre del año que se avecina.

La pandemia impactó fuertemente sobre nuestras vidas, no tan sólo en el plano individual y familiar, sino también en el orden profesional, social y, en verdad, en todos los ámbitos. Afectó la profundidad de nuestro ser, en la relación con nuestros afectos, generando nuevos hábitos y poniendo en crisis ciertos paradigmas. Como nunca, la humanidad entera se ha visto alterada por el surgimiento de un mismo virus que se ha expandido al mismo tiempo por todo el orbe.

Cada persona lo ha vivido o sobrellevado del mejor modo que seguramente pudo enfrentarlo. Nos hemos cuidado y ayudado unos a otros. Estas emergencias sirven también en muchos casos para sacar lo mejor, el costado más noble y solidario de cada uno. He podido ser testigo de ello. Mas allá de que todos fuimos y estamos afectados, cada uno registra sus propias experiencias. Desde el plano que nos encuentra como integrantes de la Procuración General quisiera en estas breves líneas reflexionar con ustedes sobre tres temas predominantes que en estas circunstancias nos ha tocado compartir.

La emergencia sanitaria global desatada por la veloz propagación del Covid-19 nos ha evidenciado la fragilidad de la condición humana. A pesar de los notables avances científicos y tecnológicos de las últimas décadas, este amenazante virus ha puesto en jaque nuestras vidas, generando temores y poniendo a prueba la capacidad de adaptabilidad frente a la incertidumbre y la naturaleza. Las más inquietantes ficciones quedaron palidecidas frente a la cruda realidad que enfrentamos y que parece todavía lejos de resolverse.

Las favorables estadísticas sobre la cantidad de enfermos recuperados no soslayan el dolor de los cientos y cientos de miles de vidas que se apagaron terrenalmente. Aguardamos con enorme expectativa la aplicación de las distintas vacunas pero no tenemos todavía certezas sobre el final de esta película que nos golpea por su crudo realismo. Tanto más que la juventud, nos brota del alma exclamar que la salud es el divino tesoro.

En medio de esta realidad hemos debido continuar atendiendo nuestras obligaciones profesionales y laborales aunque priorizando el cuidado de la propia salud y la de los demás. También muchos, en nuestra condición de servidores públicos, debimos prestar colaboración en el desempeño de tareas exigidas por la situación de emergencia, casi todas ellas bien diferentes de aquellas que realizamos habitualmente. Pudimos experimentar que la actitud de servicio, como decíamos, revela el costado más noble y altruista de la naturaleza humana.

Frente a la pandemia nos recomendaron el distanciamiento social. Paradójicamente, cuanto más necesitábamos del otro la conducta recomendada y esperada fue el aislamiento. Los adultos mayores pueden muy especialmente dar testimonio de esta dolorosa contradicción.

En nuestro ámbito laboral esta situación potenció aceleradamente el llamado trabajo a distancia o remoto. La virtualidad ganó terreno, y merced al buen funcionamiento de los sistemas informáticos y nuestra capacidad de adaptación, se pudieron sacar adelante las obligaciones profesionales con un resultado muy satisfactorio. Añoramos el regreso a una mayor y más plena presencialidad, pero en el campo laboral sentimos que el trabajo a distancia llego para quedarse, al menos en una proporción destacada. Es parte de lo que, más todavía por intuición, llamamos la “nueva normalidad”.

Finalmente, fue un año de una muy variada, ardua y continúa actividad en el ejercicio de nuestras tareas en la Procuración General. Tuvimos, por cierto, algunas áreas más requeridas que otras durante el aislamiento, pero todas las personas han cumplido con gran compromiso las obligaciones a su cargo. Personalmente, no dudo en afirmar que se ha tratado del momento más intenso y desafiante en mis treinta y cinco años de ejercicio de la abogacía. La emergencia nos ha puesto a prueba y demandado una respuesta que no supo de descansos e interrupciones.

Entre muchos retos, el fin de año nos encuentra en plena tarea en la defensa de la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires frente a la arbitraria y unilateral reducción de fondos sufrida en sus ingresos por la coparticipación. Seguiremos insistiendo con nuestro mayor empeño y compromiso para lograr que el más Alto Tribunal de Justicia de la República proteja no sólo la seguridad de quienes viven y trabajan en esta ciudad sino también los sanos principios vinculados a la autonomía de la CABA y al federalismo de concertación que constituye una columna vertebral de nuestra organización política.

Culmino estas líneas deseando que todos tengan junto a sus familias y afectos una muy Feliz Navidad y Año Nuevo.