Un camino ambiental para las pilas

El pasado 12 de julio se sancionó la ley de pilas, cuyo principio es la Responsabilidad Extendida al productor.

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Es parte de mirar la economía de un modo más integral pensando siempre en el ciclo completo de los productos que fabricamos. Porque si bien crece en la Ciudad la conciencia que tenemos sobre el reciclaje, era un tema pendiente de resolución ¿qué hacer con las pilas una vez que se usaron?

La ley obliga a los productores a hacerse cargo de su tratamiento una vez que son consumidas, ya que las pilas representan uno de los desechos domiciliarios con mayor potencial contaminante. Se calcula que un habitante utiliza unas 12 pilas al año en la Ciudad. La medida alcanza a las pilas de uso común AA, AAA, AAAA, C, D, N, prismáticas 9V, y de tipo botón, tanto primarias –no recargables- como secundarias –recargables-. E introduce un concepto: el de responsabilidad extendida del productor. Los productores, fabricantes, importadores, distribuidores y quienes comercialicen pilas conforme a la presente ley son responsables de la puesta en el mercado de esos productos y, por eso, deben hacerse cargo también de lo que ocurre con ellas luego de su consumo. Para lo que tendrán que presentar un plan detallado ante la autoridad de aplicación, que es la Agencia de Protección Ambiental (APRA). Deberán explicar cómo recolectarán, transportarán, tratarán y dispondrán los residuos, teniendo en cuenta la protección del ambiente y de la salud humana, y usando la mejor tecnología disponible para la recuperación, reciclado, tratamiento y disposición final. Una vez aprobado el plan, deberán financiarlo y ponerlo en marcha. Además, están obligados a disponer de puntos de recepción de las pilas usadas en sus locales comerciales en la etapa de disposición inicial y recolección.

Esta ley busca garantizar la gestión ambiental de pilas en desuso, considerándolas como Residuos Sólidos Urbanos (RSU): los que están sujetos a manejo especial. Son los que por su tamaño, volumen, cantidad o potencial de toxicidad, deben encuadrarse en un Plan de Gestión Ambiental diferenciado del resto de los RSU. En la Ciudad se consumen 19 millones de pilas por año, equivalentes a 500 toneladas. El país importa 200 millones anuales. En ese contexto, los importadores Energizer, Rayovac y Newsan (importa la marca Duracell) concentran el 90% del mercado de las alcalinas, que son las más usadas. El hecho de que sean pocos actores facilitaría en principio la aplicación de la Ley.

El 60% de las pilas que ingresan al país son recargables, usadas en su mayoría en celulares, laptops y cámaras. El 40% restante son las denominadas primarias (no recargables), que a su vez representan el 69% de las recolectadas en la Ciudad. Las pilas botón representan un 1,69% respecto del total de pilas primarias. Las pilas recargables tipo AA y AAA representan el 6,28% respecto del total de pilas y baterías clasificadas. El porcentaje promedio de pilas y baterías agotadas que componen los RSU de la Ciudad de Buenos Aires es del 0,0123% del total, representando 323 kilos por día, lo que equivale a 117 toneladas anuales de pilas y baterías desechadas. Los componentes químicos de las pilas suelen ser metales, ácidos y sales irritantes, algunos muy tóxicos, como el mercurio, el cadmio y el plomo. El peligro que representan aumenta cuando son acopiadas. Es por eso que hasta ahora, a falta de métodos de tratamiento y recolección, sugeríamos tirar las comunes o alcalinas junto con la basura, envueltas en un bolsa plástica. Ya no.

Si queres saber más acerca de la gestión de las pilas descarga el siguiente artículo del diario Clarín.