JUBILoAcCIÓN - Edición #7

Jorge Emilio Alonso culminó hace tres años su etapa de empleo en relación de dependencia. Su trabajo ahora, con 69 años, es el de “ser jubilado”. La jubilación marcó un antes y un después en su vida, tanto que “me llevó a una nueva vocación: trabajar en favor de mejorar la calidad de vida de las personas mayores”.

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A modo de declaración de principios, fundé esta misión y visión en la escritura de un libro, cuyo título es la bandera: JUBILoAcCIÓN. He pasado a mejor vida. Esta palabra mágica, o mantra, la construí entendiendo que es a partir de la acción que se logra acceder a ese júbilo que este nuevo estado promete.

La eficacia de este razonamiento lo testifico desde mi presente de felicidad; cuando juego newcom (voley adaptado para personas mayores), doy charlas en Saber Mayor, de la Secretaría de Integración Social para Personas Mayores, asisto a talleres literarios y a cine-debates en ANSES, canto en los hogares de ancianos o colaboro en este proyecto de Cultura en Grande. Y tantas otras actividades que sólo deben pasar un filtro previo: demostrarme que me hacen feliz, que me apasionan y que generan un legado.

Siempre hay que estar preparado, y un cambio de etapa en la vida como es la jubilación no es la excepción. Me ayudó la orientación de los talleres que ofrecía ANSES bajo el Plan Nacional de Preparación para el Retiro Laboral.

A la jubilación “se la espera o se la desespera”. En esos márgenes se mueven los sentimientos de cada individuo que se enfrenta a eso que yo llamo “el portal del adulto mayor”. Padecida o disfrutada, la decisión de “colgar los botines” siempre moviliza. Por otra parte, el jubilarse no es una posibilidad garantizada para todos. Esto ya de por sí la convierte, dependiendo de la actitud con que se la reciba, en un privilegio.

Jubilarse es hacerse cargo de un nuevo estilo de vida, el cual debe ser alimentado, acompañado, conducido, asistido, reeducado y, por sobre todo, amado (teniendo en cuenta que esa nueva vida es la propia). No muy distinto a un segundo parto, solo que este parte de experiencia. Si fallase esta contención, la consecuencia podría ser la enfermedad e incluso la muerte. Si es eficaz, el camino será luminoso y fructífero. Siempre son decisiones que van definiendo nuestro estado de felicidad o tristeza. Parafraseando a Fito Páez, es “solo una cuestión de actitud”.

Habrá que recurrir a nuestra capacidad de adaptación y nuestra resiliencia. Nosotros, los jubilados, hemos sido precursores en esto de cambios drásticos de vida. ¿Acaso jubilarse no fue un ensayo de restricciones como las que hoy vive el planeta? Nos llaman “grupo de riesgo” pero, a mi entender, somos “grupo de consulta”.

Es inevitable que lo desconocido genere ansiedad. Y en esto no ayudan los prejuicios que hacen foco en la importancia de lo económico, la pérdida de la independencia, el alejamiento de los círculos de pertenencia, la desaparición de la zona de confort, entre otros muchos condicionamientos que oscurecen el horizonte.

Para quienes venimos de la relación de dependencia laboral, creo que es más fácil, ya que el sistema mismo te empuja para “saltar a la pileta”. Distinto es para quienes deben decidir sin esa presión.

No me olvido de las palabras de un gran médico que me atendió y que me dijo: “He decidido dejar de atender ahora que la gente aún me pregunta: ‘Doctor ¿por qué deja?’. Y no dejar cuando escuché: ‘Doctor ¿por qué no deja?’”.

Si bien no estaba preparado para el “¿Y ahora qué?”, sí lo estuve para asesorarme y presentar la documentación que aceleró el trámite en ANSES. No precisé apoyo legal aunque creo que es una útil herramienta.

Mi transición fue traumática pero, al mismo tiempo, exitosa. Hay vida después de la jubilación y, según la experiencia de este tiempo caminando como jubilado, no me equivoqué con el subtítulo del libro: “He pasado a mejor vida”.

Jorge Emilio Alonso


Descargá el libro digital JUBILoAcCión, he pasado a mejor vida