Tierra

Ensayo elaborado por Estela Cirelli.

Compartir en redes

Una palabra tan simple y tan inmensa. Tal vez una molestia en el hogar perfecto o un terrón que se deshace entre los dedos y también una diosa de nombre sonoro, adorada desde siempre: Gaia. Después del caos primordial, ella fue madre de los cielos, de las aguas, los montes y del inexorable Cronos. Es la que da y la que toma.

Hemos olvidado que somos sus vasallos y entonces hierve, ruge fuego, desborda océanos, disemina pestes. Es todo lo que tenemos, no hay otra y cuando se enjoya en el arcoíris o regala olor a tomillo o nos pierde en la niebla, volvemos a nuestra pequeña dimensión.

Pasé la adolescencia en un pueblo adormecido de las sierras cordobesas, en contacto con una naturaleza todavía cimarrona y un río pleno de pequeños peces, que nos mordisqueaban las pantorrillas. Aprendí a amar un horizonte que no tenía fin, siempre había otra cumbre más allá y qué placer hablar con la tierra, darle una semilla y luego ver cómo brotaba un minúsculo tallo, en un círculo imperturbable de vidamuerte, marcado por la luz y la oscuridad.

La tierra nos nace, nos nutre, nos florece y al fin, nos abraza.


Tierra, por Estela Cirelli.