La cuarentena en los chicos: el comer y sus emociones

Nancy Buschenbaum, médica especialista en nutrición, nos sugiere indentificar entre hambre real y emocional en los más chicos para no canalizar las emociones a través de la comida.

Compartir en redes

El comer y sus emociones

Nancy Buschenbaum, Médica esp. nutrición M.N. 89.186 @nancy.buschenbaum

Corren tiempos distintos, insólitos, inesperados y complejos. A cada uno de nosotros le toca atravesar esta pandemia universal en diferentes momentos de la vida. Para algunos, la vivencia es como adultos jóvenes, para otros, como adultos mayores, y para muchos otros se convertirá en un recuerdo de su infancia. De ellos quiero hablar en esta oportunidad, de los chicos, de ellos que de un día para el otro perdieron el contacto directo y cotidiano con sus amigos, la rutina de la escuela y el disfrute de sus recreos, los espacios recreativos de los fines de semana y los encuentros familiares. De ellos que, por suerte (o por un mecanismo todavía no conocido) no son afectados más que con síntomas leves o hasta sin ellos, en el caso de infectarse por este virus que conocemos como coronavirus.

Ellos nos miran y nos escuchan pero, por sobre todas las cosas, y aún más hoy, nos sienten. Ellos que, con estas circunstancias, continúan igualmente su proceso de crecimiento y desarrollo. Ellos que, por todo esto, nos necesitan en relación a su sentir y a su comer, y a esto nos vamos a referir de acá en más. En relación al sentir, creo que este periodo de tiempo es una oportunidad para que nosotros podamos acompañarlos a reconocer sus emociones, a que se detengan a observarlas y saber de ellas, a entender que no son "feas o malas", sino parte de la vida y hasta necesarias. Que, cuando aparecen, hay que escucharlas, que nos traen información, que aunque no nos guste lo que nos vienen a decir, nos van a llevar a aprender a aceptar lo que lo es imposible de cambiar, e incluso a generar los cambios necesarios para que otras veces sean mejores. La emoción que prevalece hoy en ellos puede ser el aburrimiento, pero también sufren el estrés de esta pausa en sus vidas, de esta nueva modalidad escolar, de lo que como adultos, de un modo u otro, les transmitimos; no están exentos de padecer esta coyuntura y tenemos que ayudarlos a surfearla de la mejor manera. Enseñarles que el aburrimiento puede ser un campo fértil para la creatividad, y acompañarlos en la búsqueda de opciones para ese momento los hará también conocer modos de resolución para más adelante. Que no se queden anclados en la queja, ni busquen calmar esos sentimientos en la comida. Ayudémoslos a distinguir el hambre real, esa sensación con la que el cuerpo nos comunica que necesita comida, y el “hambre emocional”, que se puede parecerse porque nos lleva a buscar comida, pero en realidad es otra cosa. Que la alacena y la heladera no sean el recreo ni el depósito de “calmantes” que quiten el aburrimiento, cosa que sí pueden lograr, en cambio, los amigos (hoy en la modalidad virtual), los libros, las películas o los dibujos, por ejemplo.

Con respecto a su comer, debemos poner nuestro esfuerzo en sostener una alimentación saludable, es decir, aquella en la que no falten los nutrientes, donde la comida casera y variada sea la protagonista y, si es posible, que ellos sean parte del proceso de elaboración, que conozcan los ingredientes a usar, sus nombres, sus texturas, sus formas de cocción y sus sabores. También debemos intentar que no coman de más, y para eso es importante no tentarlos, que a la altura de sus ojos no haya oferta que los atraigan al consumo ni tener en casa una gran oferta de aquello que les puede generar dificultades para controlar. Tomemos las riendas, no es fácil, pero debemos cuidarlos: dependen de nosotros.

Las emociones y la alimentación infantil son un asunto de familia.