La adolescencia, como etapa evolutiva en el desarrollo, es un tiempo de mucho cambio tanto físico como psíquico y emocional. Es un momento particular y contingente, un momento de la vida entre la infancia y la adultez.; un período de tránsito (no es permanente) donde muchos lo viven como una crisis. Se trata de un pasaje para poder adentrarse en el mundo de los adultos lo que conlleva a lidiar con cuestiones de autoridad, responsabilidad, necesidad y deseo. De alguna manera, encontrar un nuevo lugar en donde ubicarse.
Por tratarse de un momento de cambios críticos y duelos por el niño que se va dejando, es importante poder detectar indicios que nos indiquen; algo está sucediendo. No para alarmarse sino para poder acompañarlos. Sobre todo en estos momentos donde la desconexión social por el propio aislamiento los obliga a modificar sus hábitos y conductas.
El poder de la negociación con ellos/as, puede ayudar en momentos de conflictos donde puedan discutir y acordar (o no) sobre la propuesta para encontrar un beneficio pero para esto es necesaria una escucha activa y abierta dejando de lado los prejuicios o cuestiones de poder parentales.
¿Qué tenemos que considerar como alarma?
- Cambio radical de conducta
- Poca interacción
- Exceso de sueño o trastornos en el mismo
- Cambio en el estado de ánimo y poca participación
- Cambios en la alimentación (por exceso o falta)
¿Cómo acompañar?
- Dejar los ambientes siempre comunicados
- Invitarlos a interactuar con el otro
- Habilitar el diálogo
- Escuchar activamente sus necesidades y pesares
- Sostener y acompañar
- Compartir los diferentes puntos de vista, intereses y necesidades
- Proponer opciones en las que todos resulten beneficiados
- Encontrar intereses comunes y acordar
- Consultar con algún profesional en caso de considerarlo necesario
Por la Lic. Sol García Posadas