Biografía

JUAN MONTALVO (1832 - 1889)

Foto Juan Montalvo

 

    

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eguramente la personalidad más singular y atractiva de la historia literaria ecuatoriana, es la de Juan Montalvo. Su nombre cobró prestigio internacional después de mediado el siglo XIX, desde la aparición de su primera obra: "El Cosmopolita". Tuvo Montalvo un acierto nada común: imprimir todo el sello de su carácter en esas páginas de iniciación, y en las que posteriormente fue publicando. Las facultades naturales recibieron en su caso el estímulo de los grandes ejemplos del pasado, sobre todo de griegos y romanos, que él tanto conoció y comprendió.

Montalvo está adherido de manera definitiva a la historia del Ecuador, y con los trazos de un hombre de genio. Fue un creador en el campo de las letras, además un combatiente político de los que demandaba su tiempo, No necesitó Montalvo el apoyo de la vida pública para dar el máximo relieve a su nombre, ni para contar después con el respeto y el fervor de su pueblo. Le fue suficiente su obra de escritor, buena parte de la cual sirvió esto sí para combatir ciertos hábitos siniestros del país y para enderezar la actividad de sus gobiernos.

Nació Juan Montalvo en Ambato en 1832. Perteneció a un hogar muy austero: la energía para el trabajo, la firmeza de las ideas, la honradez, el orgullo que todo eso concita, puede decirse que formaban el ambiente familiar. Los dos hermanos mayores profesaban el liberalismo. Y eran adversarios de los sistemas dictatoriales de gobierno. Uno de ellos combatió el despotismo del general Flores y fue desterrado.

Se educó primero en una escuelita de Ambato, después fueron al Convictorio de San Fernando, el Seminario de San Luis y la Universidad, en la ciudad de Quito. Enseñanza dirigida por religiosos que no dejó de gravitar sobre su conciencia. Los años universitarios no fueron sino dos, de Derecho. Como estudiante llamó la atención por su talento, seriedad y excepcional memoria. Ya en la juventud se manifestó su vocación de escritor. Leía a los clásicos. Era un enamorado de las páginas ciceronianas, y de la vida misma de Cicerón. Andaba con curiosidad intensa por los libros de literatura, filosofía e historia de la antigüedad. Se interesaba por las lenguas extranjeras. Asistía a las tertulias del grupo romántico de Julio Zaldumbide. Apareció en un acto público leyendo su primera prosa, que fue de execración del despotismo de Flores.

Para la mente perspicaz están en ese trabajo juvenil, firmado a los veinte años de edad: condenación de los abusos del poder y vigilancia del idioma. Tenía acceso, por entonces, a dos hojas periodísticas: "El Iris" y "La Democracia". Cabe pues asegurar que en el limitado ambiente cultural de la época el joven escritor no era ya un desconocido. Se lo nombró funcionario de las embajadas ecuatorianas en Italia y Francia. Sirvió en una de ellas al Ministro Pedro Moncayo, personalidad inmaculada del liberalismo. La permanencia en Europa fue significativa en su formación.

Cuando retornó al Ecuador después de ese su primer viaje, se encontró con una realidad desalentadora. El país había vivido una de sus horas más aciagas. Amagado por las fuerzas navales del Perú. Desgarrado por las batallas partidarias, codiciosas del poder. El Presidente Robles había trasladado su gobierno a Guayaquil. En Quito se había alzado un triunvirato revolucionario cuya cabeza era García Moreno. Se habían hecho negociaciones oscuras con el gobernante peruano, con el correspondiente desmedro de la dignidad nacional. Había corrido sangre en las luchas intestinas. Y a la postre se había impuesto la férrea personalidad de García Moreno. Al caos sucedía el orden brutalmente despótico. Eso halló Montalvo a su vuelta.

Naturalmente, no pudo sufrirlo en silencio, impasible. Ni siquiera esperó llegar a Quito. Desde la población costeña de Bodeguita de Yaguachi, el 26 de septiembre de 1860, escribió una carta de fuertes amonestaciones al nuevo jefe de Estado.

El joven Montalvo de 1860 no ejercía aún ninguna influencia. No pesaba en la opinión pública ecuatoriana. De modo que el tirano hizo fisga de sus admoniciones, y ni siquiera se dio el trabajo de contestárselas, las palabras de amenaza que contenía su carta se cumplieron.

Durante la primera administración garciana el escritor se recluyó en las soledades de su provincia: los parajes de Baños, la casa de Ambato, los huertos aledaños de Ficoa. Fueron cinco años de elaboración de "El Cosmopolita".

Era Montalvo un hombre alto y delgado, cuidadoso de su arreglo personal. No vestía sino trajes de paño negro. Disimulaba elegantemente, apoyándose en un bastón, su andar cogitabundo. Ya por 1866 iba a Quito para publicar los cuadernillos de su primer libro. Porque "El Cosmopolita" apareció así, en varias entregas. "El Cosmopolita" fue un haz de ensayos que sólo por circunstancias secundarias no se publicó en un volumen. En cuanto al contenido, éste es preponderantemente literario. También se encuentran asuntos políticos. De enjuiciamiento severo a la dictadura garciana, que ya había terminado. Pero la nota magnética está sin duda en las remembranzas de los viajes por las ciudades europeas y en los trabajos en que enamoran los alardes de gracia y de cultura.

Los ataques montalvinos a García Moreno tuvieron, esto sí, consecuencias importantes en la vida del escritor y en lo que después ocurrió al tirano. Montalvo se refugió en la Legación de Colombia. Y abandonó pronto el país. Recorrió difícilmente varios lugares extranjeros, y al fin halló asilo en la población colombiana de Ipiales. Este es un rincón andino situado en la frontera norteña del Ecuador. En aquel tiempo era una aldea de muy pocas gentes.

Hasta su retiro le llegaban a veces pequeñas ayudas, enviadas por algunos íntimos y por amigos ecuatorianos. Con la pluma, entonces, no se podía vivir. Ni a Montalvo le hubiera agradado tal cosa. Creía que la pluma no debía ser convertida en "cuchara". Montalvo se resignó a mantenerse con los préstamos, que nunca conseguía pagar completamente. No quiso aceptar otra tarea que la de su sacerdocio literario. La literatura era su atmósfera. Únicamente a través de ella cumplió su memorable destino. En ocasiones, cierto es, sus libros le daban algún dinero (tal fue el caso de "Las Catilinarias"), y obtenían resonancia política Por esto último, el voto popular de una provincia del Ecuador elevó a Montalvo a una diputación, que él jamás desempeñó.

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