Domingo 09 de Julio de 2017

Parapiptadenia rigida

La planta del mes...

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El angico colorado, angico, curupay-rá es un árbol nativo del sur de Brasil, Bolivia, Paraguay, nordeste de Argentina (Misiones y Corrientes) y noroeste de Uruguay. Crece tanto en suelos húmedos como secos, pero con más frecuencia acompañando los cursos de ríos y arroyos, en el interior de bosques ribereños. Es una especie heliófila y pionera, ya que prospera en condiciones severas y de baja fertilidad.

Pertenece a la familia Fabaceae. Alcanza entre 15 a 30 m de altura; posee un tronco recto y cilíndrico, de base ensanchada; la corteza es de color marrón oscuro a castaña rojiza, áspera y escamosa, con fisuras en sentido vertical que dan origen a placas que se desprenden con la edad. Follaje de hojas compuestas, alternas, los folíolos que componen la hoja se encuentran de a pares, son muy angostos y lineales, verde oscuro. En primavera florece con espigas cilíndricas, largas, amarillo verdosas, a las que siguen vainas lineares, papiráceas, comprimidas, con caras onduladas, dehiscentes, con 5 a 12 semillas ovales, chatas y amarronadas.

Es una especie melífera. Tiene propiedades medicinales: la corteza se usa para controlar la diarrea y la disentería, ya que es un buen astringente y la resina que contiene la corteza también combate la tos, el asma y la bronquitis. Su madera de alta densidad es resistente a los elementos de la naturaleza y se la usa para la construcción y la carpintería en puentes, postes, vigas y como leña. Se dice que es inalterable al ataque de las termitas y puede durar hasta 20 años sin tener que tratarse.

En el jardín existen varios ejemplares de porte majestuoso, considerados “reyes del Jardín” de esta especie.