Miércoles 23 de Agosto de 2017

La vida del idioma

Entrevista a Marina Zeising, directora del documental sobre el último Chaná parlante. Lantéc Chaná, fue proyectado en el Ciclo Preestrenos del Museo del Cine en el auditorio del Colegio de Abogados.

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Por Pamela Gimena Vázquez Fotografía: Mariana Sapriza

¿De qué trata Lantéc Chaná?

Trata sobre Blas Jaime, un hombre que vive en Paraná, Entre Ríos, que hoy tiene 82 años pero que hace unos 12 aproximadamente dijo saber la lengua Chaná. Un periodista lo escribió en una nota para el diario La Nación y así tomo trascendencia nacional. A partir de ahí un lingüista del CONICET lo fue a conocer, validó la lengua y comenzaron la construcción de un primer diccionario de la lengua Chaná. En ese momento es cuando yo doy con él. Buscaba notas a través de internet que tuvieran que ver con el litoral o las poblaciones indígenas y ahí di con esta historia. Me pareció un personaje único y decidí ir a Paraná para conocerlo. El me recibió totalmente abierto. Comencé entonces a tomar registro de este proceso que había comenzado con el lingüista en la construcción de su diccionario, de las clases de Chaná que estaba dando, cómo comenzaron a tomar interés en este proceso otras disciplinas de la ciencia y el arte. Surgieron personas que podían reconocer algún antepasado suyo como Chaná y que querían conocerlo, saber más de esa lengua y de su cultura. El comenzó a tener un reconocimiento social, en Paraná y en todo Entre Ríos.

Intenté tomar registro de todos estos cambios, este camino que había iniciado al reconocerse como último hablante del idioma Chaná. Sigue ahora dando charlas en las escuelas, en el Museo Serrano de Paraná… Me pareció muy importante registrar todo esto que le fue pasando, pero de un modo intuitivo, en el momento uno no profundiza en porqué y para qué. Hay un algo orgánico y natural en el que decís “esto debería estar”. Como un impulso humano. Después viene todo el proceso intelectual, cuando ya casi estás editando, en el que te preguntás qué hice, qué capturé de todo esto. Y con todo lo captado, hacia dónde lo encaro, por dónde voy. Porque, como siempre pasa, hay muchas cosas que se deben dejar afuera. En este caso tenía claro que yo quería ir por la cuestión de la lengua y la cultura. Pero había muchas aristas, líneas que se iban cruzando y tienen que ver como con una sinergia de todas esas disciplinas relacionadas con el acceso a una cultura y que despertaron nuestro interés. En mi lugar, desde lo audiovisual. Desde otras aproximaciones, desde las artes plásticas o la museología o incluso personas que simplemente lo conocieron y que se interesaron. Está el caso de Jorge Bernabé, un hombre que vive al lado del río y fue juntando piezas arqueológicas que encontró. Y eso forma parte también de nuestro patrimonio.

En todas esas personas, desde distintas disciplinas (lingüistas, antropólogos, arqueólogos) y con distintas posibilidades, la historia de Blas Jaime fue despertando inquietudes. El abrió un camino, en medio de donde parecía no haber nada él dio la señal de todo un universo. Había ahí una historia latente y Blas le abrió camino con todas las peculiaridades de su historia personal, porque es el último parlante de una comunidad que ya no existe como tal. Así que toda la construcción -de sus tradiciones, toda esa vida social, toda esa cultura- sólo puede hacerse a través de él y de los que a partir de él comenzaron o comenzarán a reconocer sus raíces Chaná.

Blas se dio a conocer como el último parlante Chaná cuando ya había pasado sus 70 años.

Claro, las mujeres son quienes guardaban la memoria tradicionalmente en el pueblo Chaná, pero sus hermanas murieron cuando era niño, entonces su mamá -entre sus dos hijos varones- lo inició a él para resguardar este legado. Cuando ya se suponía que no quedaba ningún parlante Chaná en el mundo es que él se reconoce y se da a conocer como tal. Comienza a ir a radios, a dar entrevistas, hasta que lo revela un diario donde toma trascendencia nacional. Ahí despierta interés en todos nosotros.