Viernes 05 de Septiembre de 2014

El día en que Mallmann invitó a comer a Luna

Isabel de Estrada nos cuenta la historia de Luna, la perrita rescatada por Francis Mallmann que se conviritó en su compañera incondicional.

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Una de las últimas veces que llamé a Francis Mallmann para concertar una entrevista, él me contestó: “No estoy seguro de si estaré en Buenos Aires para esa fecha porque si empiezan el mal tiempo y las tormentas en el sur, me voy para grabar mi programa de televisión.” Creí que se habría equivocado, y estaba por decir: “Dirás, si no empiezan“, pero rápidamente me di cuenta de que había entendido bien. Me reí por lo bajo y nos despedimos con la promesa de encontrarnos cuando mejorara el tiempo allá en el sur. Esta anécdota pinta de cuerpo entero a este hombre de montaña, amante de la naturaleza y los animales, refinado y salvaje. “El” cocinero por excelencia, pionero (siempre y de lo que sea), escenógrafo, decorador, un poco arquitecto, un poco poeta y últimamente ¡actor!

Su programa de televisión tiene miles de seguidores y fanáticos que no se pierden sus salidas al aire por nada del mundo. Mallmann nos hizo comprender el arte de la cocina e impuso una forma de vivir y comer. Ha puesto de moda pueblos, restaurantes, playas y tanto más. Sus fans esperan con pasión sus desafíos y nuevas aventuras.

Aquellos que lo siguen en la pantalla chica, se han acostumbrado a ver acurrucada en algún rincón, cubierta por bellísimas mantas, a Luna, su discreta compañera desde hace tiempo. Bayita, de expresión seria, Luna lo sigue adonde vaya . Y esto es decir mucho, pues el movimiento del cocinero es perpetuo. Con una naturalidad envidiable sube y baja de autos, barcos, aviones, botes y bicicletas.

Luna siempre lo acompaña. Recorre miles de kilómetros junto al cocinero, pero cuando está en La Boca hace vida de hogar, descansando en su almohadón preferido y disfrutando de sus paseos por el barrio de La Boca donde es conocida por todos.

Su origen es incierto, quizás nació en la calle o tal vez fue abandonada, pero lo concreto es que un día fue atropellada por un auto y así fue como conoció al cocinero y sus hijas Ambar y Allegra, que la encontraron y se la llevaron a casa. “De mala gana, porque me lo pidieron mis hijas, la lleve a vivir conmigo.

Una semana más tarde, éramos buenos amigos, al mes éramos íntimos, al año formaba parte de mí, con un pedazo del inventario de mi alma, ni hablar de mis hijas que la aman.”

Su cuerpo y su alma finalmente sanaron y su mirada lo demuestra hoy en día.

¿Por qué es (si lo es) la vida más linda en compañía de un perro?

Siempre creo que uno de los rasgos que no debemos perder es el de ser siempre niños, no dejar de jugar, de soñar con cosas casi imposibles. Tararear y usar las manos.

Carl G. Jung todavía a los ochenta años iba a la costa del lago a jugar con piedras y bloques de madera. Un perro es una compañía y un ejemplo para todas estas cosas. Los perros de mi niñez fueron mi más codiciado refugio, volver del colegio y echarme en los pastos con ellos es uno de los recuerdos más lindos que tengo. La relación de un niño con un perro es uno de los más bellos aprendizajes que podemos tener.

El espacio que llena en nuestra vida es un lugar que nada puede sustituir ya que la creatividad de esta relación es innata a la inocencia de ambos y crea un lenguaje tan especial como profundo. Yo recuerdo salir curado de cualquier pesar, luego de las largas echaderas en pastos y yuyos con mis perros…que ni siquiera eran míos, pero sí lo eran en mi alma.

¿Qué es lo que más le disgusta?

Que le usen los sillones.

¿Alguna vez imaginaste cómo pudo haber sido su vida antes de encontrala/te?

No pienso… Solo me lo recuerda su enorme cicatriz.

La vida con/sin luna

Luna ha sido un bellísimo regalo, muchos años de compañía y amor, y sé que nada es para siempre. No se remplaza un perro cuando se va, se lo recuerda estoicamente....Es importante saber que la relación con un perro se construye, no está regalada. El amor con un perro es una suma de pequeñas acciones, no tiene que ver con alimentarlos mucho o bañarlos día por medio, es más bien la suma de miles de pequeños detalles que hacen una historia juntos. Creo que cuando uno quiere mucho a un animal, nos devuelve tanto, tanto más de lo que le damos.