Tracey Rose: Toro salvaje

Desde el 15 de diciembre de 2016 hasta el 12 de marzo de 2017.

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El Moderno presenta Toro Salvaje, la primera exposición individual en la Argentina de la artista sudafricana Tracey Rose.

Con una mirada arraigada en su contexto post-Apartheid, la artista despliega su visión sobre las contradicciones que atraviesan las sociedades del presente, donde la equidad y la democracia no son valores reales sino simulados, y donde la realidad tantas veces se viste de ficción. Con una fuerte dosis de humor y a menudo recurriendo a la parodia, Rose hace valer su potente voz femenina para establecer su posición crítica frente a la irracionalidad del poder.

Rose pertenece a una generación de artistas decididos a reinventar el gesto artístico en la Sudáfrica del post-Apartheid. Desafiante, ubica su cuerpo en el centro de su práctica artística. Sus performances, mayoritariamente filmadas, son herramientas para desestabilizar conceptos de género y raza o la posible comodidad del espectador.

Para su presentación en Buenos Aires, Rose ha creado un paisaje aparentemente lúdico que, ante la mirada atenta, actúa como plataforma para una audaz crítica de la influencia del nazismo también fuera de Europa, por ejemplo en África y América. A partir del centro de la exposición definido por una escultura blanda que representa a la Pangea —aquel continente utópico que en la Prehistoria mantenía unidas todas las tierras del mundo—, Rose narra el proceso de la brutal separación de los pueblos. En un extremo de la sala, su caverna se inspira en la Cueva de las Manos, en la provincia de Santa Cruz, una referencia a los pueblos originarios de América que la artista actualiza cuando grafitea sobre la misma los nombres de los barrios de esclavos de la Buenos Aires colonial. En el centro de la caverna, ubica un retrato de Adolf Hitler y Eva Braun (a quienes retrata citando la foto paródica American Gothic, de Gordon Parks), con la que insinúa su presencia en Sudamérica luego de 1945 y los señala como referencia directa del Apartheid que, desde 1948, se impuso en Sudáfrica. Visible desde la lejanía, una monumental cabeza domina la sala. Se trata del rostro de Dimitri Tsafendas, asesino de Hendrik Verwoerd, primer ministro sudafricano conocido como el “arquitecto del Apartheid” que había estudiado en la Alemania nazi. Rose narra cómo Tsafendas alegó haber matado a Verwoerd en 1966 por indicación de una lombriz solitaria que dijo tener en su cerebro. El paisaje de Rose se tensiona así entre el terror del nazismo y del Apartheid y la utopía no declarada de un mundo mejor, evocado tanto en los dibujos infantiles de Lwandle, el pequeño hijo de la artista, y su amigo Tomás como en la poderosa presencia del doble arco iris, que Rose vio dos veces en su vida; la primera de ellas, el día que murió Nelson Mandela.