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    "Al principio me propuse el dominio del oficio.
    Para ello trataba de adecuarme lo más posible
    al modelo, buscando el parecido. Más tarde
    busqué dar rienda suelta a mi impulso estético
    y entonces modifiqué texturas, agilicé las líneas
    y si bien continué utilizando el modelo; mis figuras
    se apartaban de él para configurar una nueva
    realidad escencialmente artística."
    Esta respuesta de Francisco Reyes a un
    periodista del diario Clarín, que lo entrevistó a
    fines de julio de 1959, a propósito del Gran Premio
    de Honor en Escultura que obtuvo ese mismo año
    por su obra "La Espera", puede completarse con la
    opinión de Norberto Pagano, artísta plástico,
    docente y amigo personal, quien dijo:
    "Sus trabajos iniciales de escultura, una vez
    superada la etapa de aprendizaje académico, nos
    muestran un Reyes que expresa una personalidad
    definida a través de un naturalismo contenido,
    mesurado y algo hierático, donde sin embargo
    aletea una particular espiritualidad. La misma se
    irá incrementando paulatinamente mediante la
    introducción de una geometría que más intuimos
    que observamos. ¿Es una idealización de las
    formas? No lo creo. Considero más bien un
    espontáneo aflorar del espíritu a través de la
    materia".
    "Las esculturas de Francisco Reyes -escribió
    Amelio Ronco Ceruti, artista plástico, docente,
    director del Museo y Escuela Bellas Artes de
    Rosario de la Frontera, Salta- son las esculturas
    del ayer, pero también son las esculturas del
    hoy y serán las de mañana, porque utilizó el
    idioma universal del arte. En sus obras podemos
    admirar su oficio de realizador, que plantea y
    resuelve hábilmente los problemas plásticos de
    composición, forma y volúmen. Sus maternidades
    son pruebas de suficiencia, amor y ternura, donde
    el artista plasma con reverencia la sublime misión
    femenina."
    Respecto de las esculturas de la serie de
    imágenes americanas, el crítico de arte Vicente
    P. Caride opinó que "(...) nos revelan, en pos de la
    imaginación, como el escultor por connaturalidad
    se acerca a esos temas casi míticos; cuyas
    raíces americanas le permiten establecer la
    armonía entre corteza exterior y sima interior,
    entre forma externa y forma interna, es cuando
    "significa" la forma que encarnan los personajes
    con un carácter entre humano y simbólico".
    La prolífica producción de Francisco Reyes
    también incluye retratos, medallas y bustos.
    Entre estos últimos -numerosos por cierto- cabe
    mencionar el del Gral. José de San Martín,
    ubicado en el Liceo Militar; el de Remedios de
    Escalada de San Martín, situado en la Escuela
    N° 18 del Partido de San Martín, Pcia. de
    Buenos Aires; los de Florentino Ameghino y el
    Gral José G. Artigas, que se encuentran en las
    respectivas escuelas del Consejo Nacional de
    Educación; y también los de Buenaventura
    Luna, Hilario Cuadros e Ismael Moreno,
    albergados por el Centro Cuyano de Buenos
    Aires. Asimismo, el busto de Horacio Rega
    Molina está en el Jardín de los Poetas en la
    provincia de San Juan; el del Dr. Mariano Boedo
    está en la estación de subte de la línea E que
    lleva su nombre; y en el fogón de los Arrieros
    de la ciudad de Resistencia en la provincia del
    Chaco, se encuentra el de Aldo Boglietti -su
    fundador.
    Además de verse en el Museo Nacional de
    Bellas Artes, muchas de las obras del artista
    plástico pueden ser apreciadas en plazas,
    calles y otros lugares de la ciudad de Buenos
    Aires y ciudades del interior del país
    -especialmente las de Chaco y Formosa-.
 
    Francisco Reyes dejó su impronta; en
    nosotros está aprovecharla en beneficio del
    espíritu.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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