Emilio Balcarce

Las raíces del tango siguen vivas

Emilio Balcarce nació hace 89 años en Buenos Aires, donde la música lo adoptó como un hijo pródigio.
Violinista, bandoneonista, compositor y arreglador de grandes.
Acompañó a Alberto Castillo, fue arreglador y trabajó para las orquestas de Osvaldo Pugliese, Aníbal Troilo, Alfredo Gobbi y Leopoldo Federico. Formó el Sexteto Tango, con el que giró al exterior visitando Japón, Francia, España y Sud Amércia. En 2000 asumió la dirección de la Orquesta Escuela de Tango, donde mantuvo por siete años un fluido contacto con jóvenes instrumentistas, creando, enseñando, transmitiendo experiencias. Como si la edad no fuera una barrera creativa escribió varios arreglos para la agrupación y hasta tuvo resto para dedicarle una canción, “A la Orquesta Escuela”.
El Maestro Emilio Balcarce se retira y unos días antes del concierto despedida charló con nosotros.

A los 89 años director de una orquesta, quien lo hubiera imaginado...
Me parece mentira que ya a esta edad... Yo ya había querido largar antes, pero no pude, uno se deja llevar por el impulso. Estoy llegando casi a los 90. Hicieron bastante fuerza para que siga pero los años van pesando y la posibilidad de hacer cosas va bajando. No hay nada que hacerle. Todo tiene su tiempo y su límite.

¿Cómo han sido estos siete años con la Orquesta Escuela de Tango?
Muy interesantes. Sobre todo, el resultado que ha dado con chicos que no tenían ninguna experiencia tanguística, pero que sentían el deseo de meterse dentro de las raíces de la música popular. Si los chicos no hubieran tenido interés en conocer nuestra música, la OET no hubiera dado el resultado que dio. Hubo mucha garra departe de los pibes. Además, se ha creado un gran clima, como habrán notado.

¿Se podría decir que la OET es casi una familia?
Si, y yo soy el abuelo.

¿Cumplió con los objetivos que se había planteado cuando asumió la dirección de esta orquesta?
Sin ninguna duda. Y no es porque lo diga yo. La respuesta la da el público con su aplauso, su aceptación. Y eso ocurrió con las siete orquestas.

¿Cómo fue la experiencia en la orquesta de Pugliese?
Me dio la oportunidad de integrar una orquesta que estaba siguiendo el legado de De Caro, que era su continuación y evolución. Pero había otra cosa de gran interés, que era la forma como se manejaba: era una cooperativa. Todos sus miembros estaban en mejores condiciones económicas que cualquier integrante de otras orquestas populares. Trabajábamos todos para un conjunto.
Yo me dedicaba a hacer arreglos. Fue una satisfacción muy grande que me convocaran. Si me quedé veinte años con Osvaldo fue porque estaba muy a gusto.

Usted tocó en la orquesta de Alberto Castillo. ¿Cómo recuerda esa época?
Lo de Castillo fue un fenómeno. Había tal despelote de gente que a veces teníamos que pasar el contrabajo por arriba del público para llegar al escenario. Castillo fue popular por la forma en que cantaba y se expresaba. El día que comenzamos con Castillo, el día que debutó en el Palermo Palace –creo que fue en el ’45– para cruzar la avenida Santa Fe los coches tenían que parar y esquivar a la gente. Fijate que antes los bailes solían ser los sábados y domingos, pero con Castillo llegamos a trabajar de martes a domingos con funciones en Gran Buenos Aires y algunas ciudades del interior, como Rosario.

Luego de haberse dedicado durante siete años a la tarea pedagógica con jóvenes, ¿cómo ve el futuro del tango en Argentina?
Si los chicos de hoy están con el tango es porque el tango tiene raíces fuertes. Pero se encuentran con un problema muy serio: la parte económica, las pocas posibilidades que tienen para desenvolverse profesionalmente. Pero tienen unas ganas locas. Ellos quieren hacer tango. ¿Con qué? Con lo que queda: con lo de Piazzola, que es lo que quedó. No porque lo demás no gustara, sino porque lo demás desapareció. Sucedió que apareció otra música, copó los clubes, la radio, la TV, las grabaciones y desaparecieron las grandes orquestas. El único que pudo continuar fue Pugliese. Piazzola se iba y después volvía, tocaba un poco pero todavía no podía entrar en lo popular.

Argentina está llena de extranjeros que vienen a bailar y escuchar tango.
El interés por nuestra música llegó a todo el mundo pero al final de cuenta es una moda. ¡Había que ver cómo aplaudían los chinos con Pugliese! ¡Los teatros repletos! Pero como nosotros nos quedamos, ellos también. Si hubiéramos seguido, hoy el tango sería distinto, habría evolucionado desde el ’60 y ya no sería el de Piazzola.

¿Tiene algún nuevo proyecto? ¿Seguirá vinculado al tango?
Proyectos de bajo perfil: arreglos, composiciones. Con los años se va ganando en experiencia pero para la composición hace falta espíritu creativo y cuando uno se pone muy viejo no sé puede ser muy creativo (ríe). Seguramente voy a tener arranques de componer y de vez en cuando se me ocurra hacer arreglos para que los toque la Orquesta Escuela o algunos cuartetos o quintetos que los muchachos están luchando por llevar adelante.

¿Por qué creé que los medios de comunicación no difunden el tango y sí, otros géneros?
Debido a un problema de interés comercial. ¿Por qué viene la globalización de la música? Porque las grabadoras ganan, la radio y la televisión también. Reemplazaron catorce músicos, toda una orquesta, por cuatro músicos... puro interés comercial.

¿Por qué no aparecieron grandes compositores en el tango en los últimos tiempos?
Lo que pasa es que la composición se apoya en el interés que pueda despertar. El que compone lo hace para sí mismo pero también para llegar al público. ¿Cómo sabe el músico lo que va a gustar? Muy difícil saberlo hoy en día. Nosotros sabíamos porque componíamos la música, se hacían arreglos, se tocaba y podía verse una gran cantidad de gente cantando y bailando. ¿Y qué se grababa? Lo que gustaba más. Con la Orquesta Escuela estamos haciendo lo mismo. Hemos hecho mucha música nueva y tocamos la que más gusta y la otra la descartamos.

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