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Silvia Iriondo

Musa de la Tierra
Mucho antes de la etapa de prosperidad que atraviesa nuestro folclore, en donde se percibe tanto un regreso a las raíces como el coqueteo con armonías de jazz e intrumentos de cámara, Silvia Iriondo ya estaba buceando en los orígenes, experimentando con un amplio horizonte de influencias. Hoy, en el pináculo de su carrera, la cantante ha madurado una música rica y personal que puede apreciarse en sus últimos discos Tierra que anda, Coplas para la luna y Ojos negros.
¿Qué importancia tiene la grabación de Tierra que anda, en tu carrera? Se comenta que participaron algunos antropólogos en la recopilación del material que luego se plasmó en el disco...

El disco es un viaje, un recorrido por el mapa musical argentino donde el canto originario y la canción indígena tienen un rol central. Este repertorio define la dirección, el sentido y viste de identidad a la búsqueda musical y su propuesta. Son muchos los recopiladores e investigadores que han ahondado en este tema y gracias a su tarea silenciosa, ardua y constante podemos tener acceso a exquisitas piezas que hablan de un pueblo, su sensibilidad, cultura y paisaje; coplas antiguas, desconocidas, que actúan calladamente en nuestro arte popular. Entre algunos de los recopiladores puedo mencionar a Rubén Pérez Bugallo, Isabel Aretz, Leda Valladares, Mario Silva, Carlos Vega...

¿Cómo llegaste a la gente de ECM, el prestigioso sello alemán que editó aquel disco?

Llegué a ellos gracias al músico y compositor brasileño Egberto Gismonti. El fue coproductor del disco y llena de alegría y reconocimiento a mi trabajo.

Siempre hablas con orgullo sobre tu ascendencia vasca. De que modo sentís que influyeron perceptiblemente tus raíces.

La música vasca, su danza, lengua y cultura fueron mi escenario familiar. La infancia, la niñez embuida profundamente por el relato de mis abuelos, describiendo su país de origen y la voz de mi madre cantando antiguas canciones de cuna vasca o una copla vasca o un ariñari en cada festejo o celebración. La música vasca habla del hombre y el paisaje. El hombre en su ámbito natural, sus oficios, la tierra que lo acompaña y le enseña a vivir y sobrevivir con los recursos que le ofrece. La música folclórica vasca, tanto como la argentina, habla de una historia, un país, su lengua, creencias, mitos, hábitos, costumbres.

En tus canciones hay algo atemporal: en la mezcla del folclore originario con sonidos de vanguardia, en la fusión de ritmos y miradas diferentes. ¿Cómo nace tu interés por aglutinar distintas visiones de la música?

No me parece que mis canciones sean algo atemporal. Me parecen un definido modo de leer la tradición, lo originario, lo primero. Y en esta lectura, un enfoque contemporáneo pone de manifiesto la vigencia que este pasado musical revela, como certeza, sorpresa, novedad y belleza. Aglutinar me suena a batir distintos elementos y "a ver qué sale". No se trata de eso. Sucede que uno escucha y recibe estas antiguas canciones desde una realidad y un tiempo distintos a los originales, provocando emociones, intereses, preguntas y movilizaciones que, al insertarse en el mundo de hoy, deviene una reformulación. No es algo provocado, es un proceso natural.